martes, 5 de mayo de 2015

ACERCA DEL EGO

   "Jesús le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y el endemoniado le contestó: Mi nombre es Legión, porque somos muchos".                                                                                                     Marcos 5,9                                                                                              
  Una mente que imagina muchas percibe distancias, tiempos, cuerpos, mundos y cosmogonías, problemas a resolver junto a complicadas soluciones que traen nuevas problemáticas, diversiones que en su diversificación comparativa acaban por aburrir (exceso) o doler (carencia), palabras que acumulan más palabras conceptualizando la experiencia en detrimento de la inmediatez de la vida, imágenes que imaginan más imágenes buscando una imposible imagen definitiva, esoterismos que esconden absurdamente aquello que proclaman luminoso, recelos que anhelan amor pero temen darlo, triunfos efímeros que nada resuelven en su frenética carrera a ninguna parte, desconfiadas alianzas que se rompen por naderías tomadas como imperdonables afrentas. Bla, bla, bla, bla...

  Ser muchos en uno es una locura. Una dolorosa y delirante interpretación de la identidad que altera la paz mental, distorsionando el presente con mil y un conceptos -seductores unos, aterradores otros- pero, en última instancia, conflictivos entre sí. Eso es el ego: una multiplicidad, escindida y divisora, que se autoproclama 'yo' erigiéndose como rector y juez de lo que él llama 'su' vida; mas querer intermediar con lo contradictorio y divisor es perecer en ello, porque lo fraccionado jamás querrá ceder su minúsculo punto de vista y, en sus defensivas justificaciones, atacará sin miramientos. Como señala 'Un Curso de Milagros' "no se pueden unir dos mundos".

No le otorgues solidez a la multitud de pensamientos que proclaman estar unidos en una poderosa Legión o serás derrotado en esa batalla interna que sólo te traerá desesperanza, angustia, ira, vergüenza y una profunda desolación por su constante proyectar afuera la responsabilidad del propio pensar. Aquiétate... y escucha el ahora libre de cargas y juicios, sin proyecciones que juzgan al otro o te castigan a ti. No guerrees más contra nadie ni contra ti mismo, cualquier guerra es todas las guerras, al igual que separar nunca traerá unión. Por tanto, dile al ego, con rotundidad: NO. Apacíguate... y contempla el ahora sin reminiscencias pasadas, sin expectativas futuras. Apela a la unicidad en ti. Y dile, con sinceridad, al Amor en ti: SÍ. 

   Permítele a lo santo que te salve del ego, de esa identidad ficticia que fabricaste con temor y que se convirtió, mediante la culpabilidad, en tu carcelero; para, después, convertirse en un cruel verdugo que te condena, sin piedad alguna, a morir. Confía únicamente en lo santo. Confía plenamente en Dios... con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser, y descubre como el éxito en el mundo esconde tras de sí un rotundo fracaso al estar éste, por grande que sea, irremediablemente condenado a desaparecer (en su fraccionada, transitoria e inestable hechura). 


   Déjale mostrarte, a lo santo, la plenitud de la vida -verdadera y eterna- aceptando humildemente su amorosa corrección en el silencio de la mente, en el vacío espacioso del presente... Verás como el ocaso del ego es el brillo del espíritu y que en la muerte de la muerte, en el fin del ego y su delirante escisión múltiple, hallas sencillamente: eternidad e infinitud, comunión con lo divino, bienaventuranza, libertad, pureza e inocencia, radiante conciencia, paz y certeza.

KHAAM-EL



El ego fabrica enemigos externos 
para que no veas que es una idea delirante en tu mente
llena de pensamientos contradictorios,
diciéndote sin pudor que él eres tú
y que con la desconfianza hallarás seguridad,
cuando la desconfianza es locura, 
sufrimiento, horror y cárcel para el alma.





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