viernes, 4 de agosto de 2017

KHAAM-EL (Reedición)

   Vuelvo a publicar este escrito acerca de un servidor, que publiqué hace ya casi dos años en este mismo blog, para todos aquellos que no lo hallan leído y estén interesados en el porqué de la expresión de unicidad que sostengo, comparto y extiendo en este mundo que tiende a la separación, el especialismo y el conflicto personal, invitando con perseverante constancia a que, por la comprensión profunda de la eternidad e indivisibilidad de la vida que nos bendice, sea definitivamente trascendida la nefasta y dolorosa ilusión de lo separado, al facilitar que cada uno encuentre, libre y voluntariamente, en lo más hondo de sí (cuando se halla cansado de justificarse y de dar tumbos buscando afuera), la infinitud del Ser que es nuestra común esencia de bienaventurada plenitud indivisa.

   Para el mundo mi nombre es Luis y mientras creí en la historia personal que ese nombre representaba en mi vida, tras unos inicios prometedores en cuanto a la obtención de ciertos deseos, ésta (mi vida) fue tornándose, por una espiral de yerros propiciados por la ceguera del miedo que en lo hondo escuchaba y seguía, cada vez más caótica, insustancial e insostenible; bebía mucho, fumaba más, y me evadía en cuanto podía, de un dolor profundo en el alma que me desesperaba. Tal situación me fue llevando a una depresión en la que todo se me volvió oscuro, deprimente, terriblemente angustioso. Todo aquello por lo que Luis se había esforzado se derrumbaba estrepitosamente. No había un solo deseo mundano que finalmente no me hubiese dejado un sabor amargo; ningún mañana me trajo un hoy en el que hallar verdadero reposo; el pasado se convertía en losa que sepultaba el presente; y ninguna distracción aplacaba la profunda pena que me carcomía por dentro. 

   Ante semejante panorama no tenía fuerzas ni para matarme, pues llegado a este punto, para mí carecían de sentido tanto la vida como la muerte. Los días se tornaron absurdos y por las noches mi ánimo desgarrado le clamaba a un Dios, que desdeñaba en mi dolor pero que necesitaba en mi confusión, si existía realmente y qué propósito tenía la vida. Oraba, Rendido y fracasado. Atrapado en un callejón sin salida en el que yo solito me había metido. Reconocí que era responsable de todo mi sufrimiento y que nadie tenía la culpa de nada (ni mi ex mujer, ni mis padres, ni educadores escolares, ni traumas infantiles, ni ancestros, ni astrologías, ni mis trabajos anteriores, ni mi desempleo posterior, ni las políticas gubernamentales, ni la economía mundial, ni ninguna excusa que pudiera inventarme)... 

... Inesperada y milagrosa, en esa rendición completa del alma, la Respuesta llegó. Una fría noche de noviembre de 1.999, Luis se acostó y roto clamó a Dios en su desesperación, como otras noches, y ya no volvió, murió; sí, murió a la carne y nació en el espíritu. No hacía ni cinco minutos que llorando imploraba en profunda plegaria cuando repentinamente una Luz infinita, tierna, cálida, y sin penumbra alguna, inundó una habitación que ya no estaba. No había nada separado de nada, ni un todo definible por la suma de sus partes, pues la idea misma de parte no tenía significado alguno. No había nada ni nadie en particular. Sólo paz... dulce, insondable y plena. Sólo Presencia... Todo Presencia... inconmensurable e incondicional. Sólo Vida... bella, eterna y gozosa. Bienaventuranza indescriptiblemente sagrada y pura... completa bienaventuranza.... la Respuesta de Dios a mi desgarro era lo universal. La brecha entre yo y lo divino era imaginaria. No había ninguna herida que sanar, porque -en última instancia- nunca existió la posibilidad de herirse... el tiempo, al igual que las distancias, se experimentaba como una idea, pequeña e insignificante, que sucede en Mí (sin ego, sin miedo ni deseo), en un ser desconocido para la historia de dolor y separación que en sueños imaginé.

   Por la Gracia, se me hizo evidente, claro y diáfano, que Yo no soy yo...
... Yo Soy la brisa, la calma y la tempestad. Soy el fuego y el agua, el sol, la luna y los astros. Cumbres y valles. Una flor y su fragancia. Las tierras y los lagos.
   Soy música y Soy silencio... comunicación eterna, corazón henchido y senda. Peregrino del alma. Joya y arena.
   Yo Soy el arduo camino del espíritu y también su feliz consumación. La llama incombustible de la Vida. La fuente y su desembocadura.
  Yo Soy la paciente esperanza en la desolación. El feliz e inolvidable recuerdo de lo aparentemente olvidado.
   Alzada hondura insospechada y profunda cúspide del espíritu se manifiestan en mi ámbito inexpresable.
   Soy los extensos océanos, las agrestes cordilleras y los cielos abiertos. No hay frontera que me coarte. Mi pensamiento, libre de personalismos, abarca todas las cosas, todos los seres. Y los Ama... ellos me Aman... somos Amor.
   Soy aire y Soy vacío... átomos, ondas y luz. Vida eterna y conciencia ilimitada.
   Todo lo puedo... mi voluntad unida a lo divino es recia. Tan sólo hay que Amar y todo el universo, toda la creación, se ponen a mi disposición.
   Soy el conocimiento que traspasa cualquier significado. La inmutable presencia mutable. Lo indivisible aparentemente dividido. Lo completo y lo fluido. La danza infinita sin ningún origen definible.
   Soy arroyo, vergel, desierto y cosecha. Césped y nieve. Animal, mineral y vegetal. Nube, trueno, cielo limpio y rayo.
   Yo Soy la transparencia infinita, el espacio sagrado donde suceden las cosas. La Luz sin un atisbo de sombra.
   Soy la Palabra Primigenia y su eco. Una bendición inacabable. Lo creado y lo increado. La causa sin causa.
   Soy unicidad en comunión con el Santo Hálito dador de vida. Plenitud gozosa. Hijo y amigo, amante y amado, madre y padre. Humilde choza y regio palacio... uno contigo y con todos... Todos somos uno en Yo Soy...
... simplemente, Soy.

   Tras semejante experiencia viva, cobraba, por vez primera, auténtico sentido la bíblica frase: "Aquiétate y sabe que Yo Soy"; mientras poco a poco los contornos espacio temporales volvían a hacérseme tangibles. Sobrecogido y humilde, lloré largamente de pura gratitud y dicha. Tras esa certidumbre fuera del tiempo y el espacio, medité durante un rato y se me hizo patente que el propósito de la vida es despertar a esta conciencia universal, y compartirlo y extenderlo a todos aquellos que están cansados y agobiados. Porque dar este regalo nos devuelve eternamente, de nuevo, al Cielo. ¡Despertemos! Sí, despertamos juntos, amigo/a, porque no hay separación posible... Somos el Cielo soñando infiernos en esta tierra... Por la Gracia, tras esa noche oscura, la depresión, el alcoholismo, el tabaquismo y la búsqueda de evasión, habían desaparecido para siempre; había amanecido un nuevo ser (más Yo que yo mismo), el hombre nuevo del Evangelio, que se expresaba a través de un cuerpo; que ya no era visto ni como mi identidad ni como mi hogar, sino como un mero vehículo de expresión para traer el imborrable recuerdo de la Plenitud.

   Tus intereses son los mismos que los míos, santo prójimo; por oscura que parezca tu vida, lo esencial es recordar el Amor que ya eres, que ya somos todos, absolutamente todos, en la Santísima Perfección de Dios. No tengas miedo y confía... ten fe. Rinde tu desconfianza y pide la Verdad por encima de todo... el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre. ¿Realmente lo has hecho de corazón?¿Confías? ¡No dudes más! Y entrégate en tu noche oscura para que resplandezca la Luz del renacer en tu santo espíritu. Te Amo. Me Amas. Somos Amor. Amén.

KHAAM-EL




Sólo hay Dios... tú eres yo, yo soy tú... nosotros somos en Él.  Todo es Amor. ¡Aleluya!

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