sábado, 10 de febrero de 2018

SER HUMANO


   Identificado con el ego es el ser humano un ente dicótomo, una frágil percepción perceptora, un ser en permanente lid con su enfática antinomia, un absurdo regusto por la comparación y la opinión, una ceguera que presume contemplar, un breve e inconsistente intelecto que se erige en juez y parte, una ilusoria expresión segmentada que se jacta de dividir lo indivisible, sumar lo que resta y categorizar lo incategorizable, un temor soterradamente acuciante, una fracción de vida, un pensamiento escindido entre dos supuestos principios: un principio material y temporal frente a otro espiritual y trascendente; de tal suerte que, ante semejante enfrentamiento inútil, frente a tamaña confrontación estéril, surge el hondo sentimiento de desnudez y de vergüenza, de soledad, angustia y destierro, de culpa y de miseria respecto al mundo y respecto a sí mismo.

   Ante esta insostenible situación se vislumbra como única solución viable, como única salida realmente posible, la honesta e incisiva indagación acerca de quién es uno en realidad, de qué es la Verdad (o aquello que no tiene opuesto), afanándose por hallar con sincera introspección el camino interior al equilibrio y armonía presentidos por una consciencia que conciencia la propia consciencia.

   Con demasiada frecuencia esta tarea suele realizarse partiendo de una premisa falsa; es decir, se tiende a escoger entre dos vías opuestas, íntimamente ligadas a los dos principios antedichos: una vía sería la material o empírica y la otra la espiritual o intuitiva. Más, al escoger una de entre ellas, siempre se rechaza con vehemencia la validez de su contraria, generando así un opuesto del que emerge la mítica figura del diablo ("Diablo" en hebreo es "Satán", cuyo significado literal es "adversario""enemigo" o "aquel que se opone") y como una sombra jungiana traslada la interna lucha humana a lo exterior, confundiendo y acusando, lamentando y resintiendo; pareciendo de tal envite que su influencia es real, ya sea como un ente supuestamente externo (aquel al que se refieren las religiones establecidas) o como una idea interna de negación de todo aquello que no sea lo que se percibe (la idea de la nada después de la descomposición del cuerpo-mente). Generándose así entre los seres humanos, dolorosas, violentas e intolerantes confrontaciones por la mera diferencia sobre el criterio o la vía de razonamiento vital escogida. Actitudes que sólo acarrean destrucción y sufrimiento en nombre de un bien común que no es sino especial, ilusorio, intolerante y sectario.


   De cierto, el único y seguro sendero a seguir para superar de una vez por todas el hondo desgarro entre el ser humano y su entorno, entre uno y sus circunstancias (raíz esencial de toda disputa), es el camino interior, la autoindagación honesta y firme, para encontrar el veraz significado de ser y que, como dijo Jesús, ha de ser la senda del Amor y no del miedo, del perdón y no del odio, de la concordia y no del enfrentamiento, del compartir y no del egoísmo. Porque tanto Jesús como Buda, Ramana, Lao-Tse, y tantos y tantos otros encontradores anónimos de la infinitud del Ser, no vinieron a fundar nuevas religiones, teoremas, instituciones o creencias, sino a darle pleno cumplimiento a la Ley de la Verdad y el Amor... El resto de rituales, dogmas y palabrería hueca que segrega más que une, que excluye más que incluye, que despide más que invita, lo estableció después el limitado prejuicio del puritanismo hipócrita. No hay otra, reflexiona y medita, el retorno a la plenitud de ser pasa por ahondar en la experiencia viva de la unicidad y no en justificar por más tiempo la separación y el recelo... es un darse exhortando a que todos den, porque sabe que no existe ninguna diferencia sustancial entre dar y recibir. Ahora, la esencia se hace evidente por la síntesis de ambos caminos, que se ven como complementarios en su aparente danza de diversidad, pero idénticos en su origen y destino último. Cooperan entre sí y se torna fluidos y coherentes en su acción integradora, reencontrando de nuevo el ser humano -en lo más íntimo de sí- el equilibrio supuestamente perdido; viviendo en el justo medio enseñado por Buda, al experimentar su cierta eternidad en espíritu y en verdad junto a la expresión temporal que sirve de útil herramienta para recordarle a lo superficial la poderosa hondura de lo esencial. Ciencia y espiritualidad caminando ahora al unísono para el mayor bien de todos. Nadie impone ya su miedo como solución y, éste, desaparece en la nada que realmente fue. El adversario (Satán), y su conflictivo sistema de pensamiento, es definitivamente perdonado y la dicha de Ser retorna finalmente al corazón eternamente puro de la Vida.

   Tan sólo siguiendo la vía del despertar consciente, que conduce al inevitable encuentro interior con la infinitud del Ser, nos alzamos sobre las pavorosas llamas del averno, trascendiendo ideas como la nada, la muerte, la reencarnación, el purgatorio, el infierno o el cielo a la medida de unos pocos. Se disipa paulatinamente la angustia y, en esa paz mental, la luz llega desvaneciendo todos los atávicos conceptos como los premios y los castigos, las culpas y las excelencias..., cualquier pensamiento excluyente es arrancado de raíz. Entonces de nuevo Nirvana, el reino de los Cielos, la Plenitud del Ser, Iluminación, Realización... Ya no se requieren esfuerzos y penurias para intentar la hermandad mundial; ésta, sencillamente se despliega de forma natural, fluida y venturosa, nadie se cree superior o inferior a nadie, lo incomparable irradia desde lo más hondo de uno hasta lo infinito... Alá, Ciencia, Consciencia, Dios, Iluminación, Brahnan, Tao..., no eran más que nombres apuntando a lo sin nombre; el apego a la letra se ha abandonado y, en su lugar, el espíritu en ella reflejado lo ilumina todo en perfecta unicidad esencial.

   Al fin, y sólo entonces, lo transitorio es conocido como la manifestación efímera de una imaginaria oposición a la Verdad, convirtiéndose ahora en una expresión de retorno a Lo Inefable, como una oportunidad para despertar a Lo Real y no como un señuelo para seguir egoistamente dormitando. El ser humano, o los hijos de la carne, recordando ser Hijos de la Divina Unicidad. Ahonda. Medita. Conoce. Somos Amor... somos plenitud en la Plenitud de Todo Lo Que Es.   Bendiciones.

KAAM-EL



Medita. Indaga. Encuentra.
Amanece a la Verdad mediante la paz mental 
que transforma el pensamiento en su mismísima raíz.
Trasciende los opuestos 
y reencuentra tu verdadera naturaleza inmortal.
Es dentro de ti donde hallarás lo infinito...
y ahí sólo queda el Amor 
que nos plenifica en unicidad de Ser.





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