No te lamentes por el paso del tiempo y sus circunstancias, sé constante en la oración y la meditación. Estabécete en ese silencioso espacio interior lleno de paz. La vida nunca es fea y grotesca contemplada tal y como es... Déjate mecer por el viento como un ciprés acariciando el cielo, despreocupado y presente, enraizado y firme, pero con las miras puestas en lo alto, en lo eterno y sagrado. Espabila y no te amodorres tras los huecos deseos de lo egoico. La vida no es muerte: Descúbrelo... quítale el velo a tu mirar... arráncate la viga... ¡recuerda de nuevo lo esencial! No hagas jamás aquello que no brote de la paz de espíritu. No pronuncies nada que no mane de esa perfecta paz. No vayas adonde nunca quisiste realmente ir ni te quedes donde los apegos te quieran retener. Elévate por encima de lo superficial y caduco, pidiéndole guía al Altísimo, y Él, de cierto, te la dará. Alégrate de que tus miserias y oscuridades salgan desde lo escondido a lo reconocido para poder ser por siempre limpiadas, totalmente sanadas, completamente transformadas en bendiciones, absolutamente santificadas por la inocencia infinita que compartes, en la luz de tu alma, con Dios... por esa eterna pureza de tu corazón rendido al Amor y a la Vida en indivisible unicidad.
Une tu voz a las voces que cantan, desde una misma santidad al Santo de los santos en un coro fraternal de gozosa comunión ilimitada... Tú eres esencial... todos son esenciales... no lo olvides, y la culpa y el miedo nunca más te abatirán... ¡Bendice! ¡Agradece! ¡Comparte! ¡Proclama! ¡Gracias Amor! ¡Gracias Amor por disolver en la luz de la Verdad toda ilusión de oscuridad! ¡Gracias Amor por Ser! No contengas la bienaventuranza de ser... Canta al Inefable desde lo más íntimo de ti, y sé una voz agradecida y comprometida para el despertar de todos, cual uno solo, en la incondicional plenitud de Dios.
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