domingo, 5 de enero de 2020

LO ETERNO YA ES EN EL FIN DE LO TEMPORAL

   Todo lo que empieza y acaba no es una certeza sino mera creencia e ilusión. Por eso, lo temporal no es el comienzo de nada esencial; sólo un paréntesis, breve (aunque sea de historias que se perpetúan durante eones), en la plenitud de lo eterno. Las creencias llenan toda historia de historias y complican la sencillez del vivir en paz, que es la ineludible condición para que reine la pureza del espíritu, con múltiples factores de superficial y banal egoísmo. Todo -en este mundo- es vetusto y está agotado de tanto repetirse y replicarse, mediante viejos comienzos carnales que conducen a un mismo desenlace que reinicia, vez tras vez, los mismos parámetros limitantes con un orgulloso recato, calculado y calculador, de personalismos y opiniones que siempre juzgan, se juzgan y lo sentencian todo, como lamentable y mejorable desde su particular punto de vista. Por eso la sensación de culpabilidad acompaña, en todo momento histórico, al camuflado error, a la desconfianza mutua y a la tibieza justificadora de uno frente al otro. Hay que desprenderse de suposiciones y recelos, de comparaciones y sacrificios egoístas, porque si no se está bien atento cuando uno cree que es humilde, es arrogante; cuando uno cree que puede ser arrogante, unos ratos sí y otros no, también es arrogante; más, cuando uno, sin excusas, sabe que es arrogante es justo cuando comienza a dejar de serlo. Todo cambia cuando uno no quiere más historias fabricantes de Historia y quiere recobrar lo que era antes del principio de todas las historias, reencontrando el Amor presente que conlleva la paz eterna de la bendición universal. Ahonda. Medita. Toma consciencia. Sí, todo cambia, y, sin duda, cambia para bien, cuando uno mismo deja de tenerse en exclusiva importancia, dándose cuenta que, al segmentarse en un 'yo' frente a otros 'yoes', acumulando 'seguridades', lo que termina siempre por recoger es, tan sólo, una colosal sensación de carencia. Ama y no temas. Amplía y acoge en tu visión -ahora, sin remilgos ni excusas- a la totalidad, reconociendo, de todo corazón, el bien mayor como el único que garantiza el pacífico reinado de la dicha; porque, ese bien mayor, en la perfecta inocencia de ser completamente inclusivo, es indiviso, inmediato e intemporal.

   Acompásate al ritmo de lo simple, de lo sencillo, sin complicadas elucubraciones que todo lo que empiezan lo malogran. Atiende a lo sustancial, desatiende lo banal. Vive en paz cada jornada y todo te sabrá mejor. Vive en conflicto y hasta el más sabroso manjar te amargará. Por tanto, haz las paces primeramente contigo y el resto vendrá oportunamente. Comprende y sabe: no sólo es necesario sino también un deber principiar un nuevo comienzo que no sepa de inicios que terminen, para poder, al fin, así salir de la paradoja de lo cíclico que se perpetúa por la inercia del pensamiento recurrente de buscar un fin al que -en lo profundo- se teme. Mas no temas, conoce que lo eterno ya es en el fin de lo temporal. Sencillamente, deja de justificarte y algodonarte tras lo asustadizo anhelando conseguir coraje mediante la absurda realización de huecos rituales o caducos razonamientos. ¡Despierta! Se repite sin cesar, en el tiempo, el juego atroz de lo dudoso afirmando su certidumbre con tan apresurada aplicación que no trae sino funestas consecuencias... de lo pequeño queriendo ser mayor y de lo mayor añorando lo pequeño... de lo triste futureando con una alegría duradera que nunca acaba de concretarse... del querer obtener lo que termina como algo valioso... del uso y el trueque nacidos del miedo aparentando desprendimiento y amorosidad con mezquino engaño... del sacrificio fantaseando con doradas medallas... de lo minúsculo soñando crecimientos y grandezas... de lo iracundo maquillándose de buenas maneras haciéndolo pasar por solución... de lo temporal y moribundo queriendo asir eternidades... de lo frágil ilusionándose con fortalezas y armaduras fabricadas a su medida... de lo pecaminoso envidiando u odiando santidades... de personalismos que se endiosan con mal disimulada impudicia... de lo ignorante pretendiendo sabidurías... de lo inseguro asegurándose, con supina papanatez, la prosecución de su ansiosa búsqueda por no querer soltar la desconfianza... de lo complejo, vistoso  y trabajoso, ninguneando a la sencillez con la altanería de eruditas pamplinas que, en lo sustancial, jamás dicen nada consistente... de lo individual queriendo usufructuar lo colectivo para sí y de lo colectivo entendido como un colchón en el que acomodar lo individual (un sinsentido que se imagina lógico; pues, ambos extremos -pareciendo diametralmente opuestos- se comportan igual), Abandona el reiterado pendular de los opuestos y busca en tu consciencia lo indivisible e indivisor, la chispa divina, la paz eterna de cada día, Dios en lo profundo, la eternidad y no las cosas que el tiempo devora. Vivir para morir no tiene sentido; mas vivir  allende todo tiempo porque la vida es Vida, lo tiene todo.

   Por lo antedicho, te insto, amigo/a, a un nuevo comienzo en la relación contigo mismo, donde la prioridad inexcusable sea despejar la mente de los particularismos y contradicciones que se enzarzan con otros particularismos contrarios, e ir, con dedicación constante, a las raíces mismas del pensar y el ser; para poder, así, arrancar y arrojar al fuego todas aquellas raíces que vayan a gestar y sostener espinosos enramados infructuosos. Semejante labor tendrá, finalmente, para ti, si no la rehuyes, el gozo infinito de la eternidad, el esplendor de ser como un generoso y fértil árbol, que, en la abundante cosecha, desde los graneros interiores, ahora llenos e inagotables, comparte felizmente el fruto de la dicha, la plenitud del ser y la paz de espíritu, con todos aquellos que en su vida encuentre para que, a su vez, reverdezcan en el esplendor de esa eternidad y, fraternal y amorosamente, la compartan. Por esto, te reitero, amigo/a, no sólo es necesario sino también un deber principiar, sin más retrasos, un nuevo comienzo -gozoso en la constancia que deshace toda amargura que parezca sobrevenir, a ti o al mundo, mediante el entrenamiento honesto y la aplicación infatigable del recto pensar-. Hay una nueva manera de vivir que se inicia en lo íntimo y nucleico, en lo profundo, básico y fundamental, en la asunción de la responsabilidad vital, tanto para lo considerado bueno como para lo interpretado como malo, sin señalar a los otros como panaceas o culpables de lo experimentado; una auténtica revolución en la consciencia, que no en la forma, pues intentar arreglar un efecto nunca varía ni mejora sustancialmente a la causa... lo primordial: la Consciencia plena de Ser, y, después -verás-, la añadidura vendrá sola, puesto que ir primeramente en pos de las añadiduras es tan absurdo, y fatal, como comenzar una casa por el tejado, ponerse a hablar sin saber bien qué decir creyendo que eso es comunicarse, o derribar -con presto entusiasmo- un edificio considerado obsoleto para construir otro novedoso, pero sin tener un plano concreto, ni materiales específicos, y careciendo, además, de la mano de obra necesaria para su construcción (algo semejante suele hacer el torpe error de las revoluciones en el mundo, son mera palabrería, impaciencia, rencor y superficialidad). El mundo no se transforma sin primero haberse uno transformado, ciertamente, en sus más hondas entrañas y hallado en ellas sosegada certeza, alegría sincera y amor. Así es, nada cambiará, ni en poca ni gran medida, en lo considerado como afuera, si anteriormente -en lo interno- no se ha cambiado de verdad. Por eso, es crucial no demorarse. Comprende, y aplica, no hallarás dicha y paz en lo externo si primeramente no las hay palpitando naturalmente en ti. Sí, amigo/a, no te reencontrarás en total bienaventuranza y plenitud con Dios (lo Inefable) y con tu prójimo (uno contigo en lo Inefable) sin antes haberte reencontrado y reconciliado contigo mismo bien adentro y desde dentro, gracias al reconocimiento de la eterna esencialidad que compartes con la vida toda para que, dejando atrás el egoico miedo, experimentes la liberadora vivencia de cómo lo eterno ya es en el fin de lo temporal.

KHAAM-EL



Abandona la vieja manera de pensar, amigo/a, 
y haz de Dios y su perfecto Amor tu mejor Amigo 
(Él mora en tu interior, en la intimidad de todo y de todos). 
No te avergüences, ni de Él ni de ti; 
llámalo por Su santo Nombre 
y, de inmediato, Él estará ahí, 
dándote Su Fortaleza y Alegría, 
instándote a que seas, también, amigo/a de tu prójimo... 
para que, al fin, de nuevo, 
sólo haya la dicha, la plenitud y la paz del eterno Amor
que ya Es en el fin de lo temporal.




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