Nunca se pierde lo que no se puede tener ni es verdadera ganancia aquello que ha de pasar. Ten presente lo sustancial y no sueñes con agarrarte a una felicidad que identificas con las cosas que van y vienen o, con seguridad sufrirás la cárcel del ego. Abre tu mirada espiritual... Despertar de la ilusión personal de este mundo efímero es recuperar la libertad esencial de la plenitud del Ser. No te asustes de lo que percibes y ve al núcleo mismo de tu pensar para darle la vuelta a la situación vivencial en la que pareces encontrarte. La Vida Plena es del Amor; jamás la encontrarás en el ego, ni mucho menos en sus miedos y anhelos de exigente formulación. El pensamiento es antes que la percepción, pero pensar que es a la inversa justamente es lo que te da la sensación de estar aprisionado tras unos límites que te sobrepasan. Ahonda en la consciencia. No importa lo que lo transitorio muestro la libertad de ser pura consciencia ilimitada sigue presente en el sueño del tiempo y sus formas cambiantes. Deja que surja impetuosa en el presente esa libertad incomparable al atender a lo inmediato sin pretensiones especiales. No eres el resultado de tus temores, ni de tus deseos o indiferencias, trasciendes todas tus tendencias y definiciones; avanza en lo interior y lo exterior se encontrará ahí, renovado e inseparable de la pureza del Amor, en comunión con la vida toda y su inmortal esencia. No busques fuera de ti la dicha y la hallarás definitivamente. No pienses que el conocimiento está en conjeturas acerca de lo externo y conocerás lo que no tiene categorías ni distinciones particulares, emancipándote de lo enfermizo, angustioso y moribundo. No hay norma o ley mundana que sea completamente justa, mientras que la plenitud del Ser es la justicia misma de la inocencia que libera de la culpabilidad de sentirse amenazado.
Las ilusiones nunca perduran; sus sufrimientos, por tanto, tampoco. Así que alégrate de todo corazón, porque nada auténtico puedes perder. Lo que viene y va es tan sólo una enseñanza vital para que encuentres la libertad del Ser en lo intemporal y puro, según asumes no validar ni un segundo más lo caduco y corruptible. Despierta, sí, aquí, y reConoce como en el Amor no hay pérdida posible, pues en Él todos convivimos en la Eterna Vida Plena del Espíritu. Lo corporal es una condición transitoria que no afecta para nada a lo real. Por eso, es en lo cotidiano puede vivenciarse, de improviso, la incondicionalidad de lo santo, si no se distrae uno con previsiones o remembranzas de particular índole. Confía, sí, ahora, en el despliegue natural de la vida, sin quejas, desconfianzas o iras mal contenidas; y, ésta confianza total, te restaurará a la Plenitud de la Vida, a la Bienaventuranza del Amor, a la Infinitud Divina, ahí donde lo eterno trasciende el mundo, ahí donde lo sagrado vence a la muerte y la cruz se hace Luz.
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