jueves, 4 de marzo de 2021

TODO ES EN EL ESPÍRITU


TODO ES EN EL ESPÍRITU

Viajando raudo al azul, desde las oscuras nubes de alquitrán
que a ras de urbe se condensan,
mis manos aletean un destino trasparente
en el que la vehemencia del Amor no es domada
ni apresada ni denostada ni ignorada...
La herida, ya cicatrizada después de sombras y cuestas,
descifra el enigma de la esquiva esencia de las rosas plastificadas:
        La muerte se disfraza de existencia en la viscosidad de la niebla,
        ocultando su grotesca ambigüedad tras un traslucido velo
        que escupe relámpagos y truenos de torrencial lluvia.

Estruendo.
Atenta escucha...
Silencio.
Escucha atenta...
Y, de súbito, música,
la música del alma
con la que el crepúsculo
presiente su renacimiento.

No hay idea que impida mostrar su íntima desnudez
cuando es contemplada en profundidad con mirada ecuánime,
ni existe vergüenza que nos salve del tremendo error
que intenta ocultar o falsear lo vivenciado con un egoico pudor.
Tampoco hay excusa que tape las mentiras travestidas
de tiernas marionetas dirigidas por maliciosas intenciones
embellecidas con vanidoso y untuoso maquillaje.

Mas, la esperanza, serena y fraterna,
asoma su faz tras la opacidad de los discursos hipócritas.
Revelándose sin mácula
en los albores de la palabra viva,
de la palabra inspirada y llena de contenido,
de la palabra surgida de lo intangible
y pronunciada por la rotunda voz del verso libre,
con regia y creativa cadencia
que armoniza espacios y signos desde el Amor
con Amor para el Amor.

Sin cadenas que sujeten con artificios
el vuelo ingrave de lo humilde y sencillo,
sin reglamentos excesivos
ni mínimas expresiones retenidas,
sin la evanescencia de pomposos argumentos
esgrimidos en académicos círculos de cerrada mollera,
sin glorias personales, sin acumulaciones conceptuales
de triste y predecible final,
sin deseos de triunfo o temor al fracaso,
sin insulares o peninsulares Baratarias que gobernar,
sin arrebatos de contender contra molinos de viento
como de feroces gigantes se tratase...,
es como se recupera la cordura
y con ella, la libertad sagrada de lo eterno,
el disfrute de la belleza inmarcesible de lo etéreo.

Olvidado el cuerpo equívoco de la letra
puede pescarse el contenido esencial del espíritu.
Ahí donde nacen las ideas que forjan un aquí
que suponíamos escindido de lo inescindible.
Ahí donde el aroma creativo de lo invisible
se infinita en un indistinto ahí, allá y aquí.

Impertérrito
y a su vez conmovido,
el vacío de mí
que es más Yo que yo
contempla el trasiego de lo superfluo
trasviendo sus interioridades,
pues en la trasparencia suceden todos los colores
y sus múltiples tonalidades
sin verse pigmentada por ellos.
Principios y fines son engullidos
en la quietud de lo intemporal
que en lo nucleico palpita.

Etéreas intuiciones, álmicos vislumbres e invisibles presentires
de clarividente mirar, destapan mortuorios nichos
mostrando que lo que ahí queda no es lo que lo vivo era
y es...

El suave trazo de la palabra perfilada sobre el espacio
evidencia que lo compacto necesita de lo vacío
y que lo vacío al llenarse no es una nada
sino un ámbito en pulsante plenitud.
Un mensaje que transforma al mensajero mismo
en esa espaciosidad inacabable,
en una danza de arrolladores compases
latiendo a vida, a melodía eterna, a canción gozosa.
La poesía y la antipoesía abrazadas en un mismo propósito
preñado de resurrección.

El estruendo se difumina en el trasfondo de la consciencia...
en el hondón de la mente: silencio.
Atenta escucha...
Musical escucha...
armoniosa escucha...
bienaventurada escucha...
ni anochecer ni amanecer...
ni esto ni aquello...
ni lo otro ni eso...
Sólo todo transparencia
besando formas y acariciando palabras con sus labios infinitos.

Sencillo... simple... obvio...
a ambos lados del océano la tierra nunca ha dejado de ser una y la misma
aunque juegue a ignorarlo con húmeda insistencia.

Obvio... simple... sencillo...
lo grávido acaba cayendo en el centro de la nutricia singularidad conciencial
al comprender que cien años de personal gloria
no son más que una efímera pompa de jabón en un presente
inconmensurablemente extenso.

La herencia del tiempo se arrastra cargada de memorias...
con presencia consciente, no me enredo en ellas.
Ahora soy ahora... siempre...
Libre crezco enraizado en el Cielo
como un árbol inmarchitable
extendiendo sus benéficos frutos en la Tierra
para que el fatigado los coma reposado a su sombra
y el volandero se cobije en las frondosas ramas.

El fuego vivo que prende pero no quema ni tortura
convierte en cenizas lo inservible,
por caduco, vano y divisor.
Ardo en él... ardamos juntos...
seamos llamas de un mismo Fuego de Amor,
de un mismo Fuego Divino.
Por eso, desde mi indestructible atalaya
de luminiscentes e intangibles paredes
resaltadas con anchurosos balcones de mullida levedad
te invito a que, como un servidor,
tomes lo que por los aledaños vuele,
desafiando a la dogmática engreída,
amando de veras por encima de catecismos ciegos
o sanguinarias yihads,
uniéndote al prójimo en lo consustancial
desdeñando lo meramente perceptivo y separativo,
trasparentando los inciertos constructos
con ardientes versos que volatizan viejos y secos conceptos
mediante una métrica relegada de puro fervor
en favor de la armonía auténtica y jamás encorsetada.

Reencontremos, juntos... en comunión,
el espíritu de la letra, el alma de la poesía,
el ritmo de la vida,
a través del renovador fuego de la vivificante palabra
nacida de lo innacido,
siendo inapagable hoguera, ardiente flujo
que con caudaloso ímpetu
vierte descarnadas estrofas de esplendente infinitud.

No somos los autores de las formas ni de sus cosas
cuando nos identificamos con ellas.
Es lo ingrávido acompasando la vida
-que soñaba con la gravedad de lo compacto-
quien exhala el perfume de lo eterno
hasta despertarla desentrañando el misterio del Amor...
esa comunión de Espíritu
que nos indivisa con el santo rostro de la Luz.

KHAAM-EL


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