El Amor tiene autoridad sobre todo porque es connatural al Creador de todo. Lo que se aleja de Él forja una voluntad, pequeña y mezquina, ajena a ese autor de mayúscula Potestad. Relativizar Sus mandatos de Plenitud es absolutizar el divisor engaño y la mentira, el robo y la violencia, la codicia y la lascivia, la deshonra y la idolatría, el orgullo arrogante y el egoísmo más descarado, como si fueran algo natural e incluso, desfachatez de las desfachateces, a veces, según la circunstancia, recomendables. Más, no es no y sí es sí. Lo que no es de DIOS (del Amor Infinito) no cabe en ÉL y es arrojado al fuego purificador que desvanece la nada en su nada, para que de nuevo sólo quede lo que sí es de ÉL: la inacabable bendición del alma iluminada, la dicha inefable y la gloria de la comunión de espíritu en Su Santo Espíritu sin egóticos privilegios o maliciosas componendas.
La clave es Amar como el Amor Ama. Ni más ni menos. Es por eso que los mandatos del Amor son insoslayables y condición imprescindible para encaminarse de veras al Reino de los Cielos, y hallar genuina paz en el corazón mediante la fraterna práctica de la relación santa. Decir o hacer otra cosa, arrogándose personal autoridad, es autoengañarse y engañar. O, en palabras de Jesús de Nazaret (Mateo 23, 8-14): “Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el Cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.
"¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que cerráis a todos la puerta del Reino de los Cielos. Ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que quisieran hacerlo."
KHAAM-EL
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