Ver lo que ve y comprender lo que comprende abarca límites y espacios, tiempos y sucesos, opiniones y juicios, riquezas y pobrezas, famas y anonimatos, comilonas y ayunos, encantos y desencantos, jolgorios, padecimientos y muertes, en una infinita e indivisa comunión viviente, transfiguradora de cualesquiera fragilidad corpórea en poderosa, eterna y brillante sutileza espiritual, que puede encarnarse sin llegar a estar domeñada por las nebulosas, decadentes y egoístas pulsiones que a toda carne agotan, avejentan y destruyen.
El fulgor de las almas alumbra y se alumbra en una misma e inapagable luz, en un único y mismo Hijo de DIOS que en nosotros vive y pervive... La luz en sí no la contemplamos, pero por ella, y a su través, vemos; por tanto, la luz es real y evidente, intensiva y extensiva a la vez. Sin luz no hay visión, sin consciencia no hay pensamientos, sin amor no hay paz y júbilo verdaderos. De igual manera, sin el Espíritu de DIOS no hay ser que sea, ni vida y mundo posibles; siendo la luz de estos intensa extensión de Aquél que los alienta, nutre e ilumina.
Despertar al Amor, y actuar según sus invaluables designios, es regresar a la veraz consciencia consciente de DIOS VIVO, a nuestro bienaventurado Hogar celestial. Nada pues, amigo/a, hay que temer, y sí mucho que convivir de corazón... Reconociendo la Luz de luces (que nos integra desde antes de los siglos, durante estos y tras su cumplimiento), la Vida, tuya, mía, nuestra y de todos, sabiéndose Eterna y Plena, resucita.
KHAAM-EL
No hay comentarios:
Publicar un comentario