Asirse
a temores y resentimientos, como es obvio, no conduce a la alegría
ni a la paz de espíritu. Sólo lo inseparable (el Amor) trasciende
los transitorios cuerpos y sus angustias. No temas. Aunque las
lágrimas prevalezcan por un tiempo en el tiempo, éstas finalmente
se diluirán en la eterna plenitud de Amor de la Divina Unicidad. Lo
que no es para siempre, al igual que no ofrece dicha duradera tampoco
ocasiona desdicha interminable. Alegrémonos sí, por tanto, incluso en
lo amargo, trayendo las buenas nuevas del Espíritu. Dando sabemos
que tenemos. Compartir confianza y bendición engrandece el alma,
purifica la mente e ilumina nuestras vidas mostrando la correcta
dirección.
KHAAM-EL
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