miércoles, 8 de septiembre de 2021

EL TODO NO SABE DE EGOS

    
Es evidente que un sesgo no abarca ni conoce todo, pues el todo imposibilita cualquier sesgo. Por tanto, el ego que se percibe a sí mismo como un sesgo del mundo que advierte ante sí, no puede abarcar, comprender ni conocer ese mundo percibido; lo que de él deduzca nunca será objetivo, será parcial e ilusorio. Consecuentemente, confundir lo subjetivo con lo objetivo es el error más grande del sistema de pensamiento del ego, la mayor de las causas del sufrimiento que la humanidad padece. Ya que, confiriéndole realidad a lo imaginario y deduciendo conclusiones equívocas consideradas ciertas, realiza acciones que en lo más profundo le perjudican.
    Abandonar el apego a toda ideología, suposición o creencia para ahondar en lo sustancial del aquí y ahora, de lo que la vida es y no de lo que de ella queremos obtener desde parámetros limitados, posibilita la vivencia incontrovertible de la inefable plenitud del Espíritu, de la indivisa comunión con DIOS y la vida toda allende la corpórea temporalidad mundana... Porque, si algo o alguien parece un sesgo de un todo es que, en última instancia, hay un todo; pero, como un todo es un todo, ese todo no sabe ni tiene sesgos. Así que el ego es irreal, imaginado; sus errores, avideces y miedos, vanidad e ignorancia, mientras que el Espíritu es real, vivencial, verdadero, lleno de paz, amor y unicidad.
    Así que, el todo (la Divina Unicidad de DIOS) no sabe de egos, es como un fuego inapagable de bendición y santidad, un conjunto único de compartida irradiación; las llamas y lenguas que de él salen conforman una armonía de inseparable crepitar... Sencillamente, los aparentes y aparatosos egos se disuelven en la nada que son, disipándose como el humo de una hoguera, desvaneciéndose como los sueños tras el despertar, sin dejar rastro ni señal a la luz del día que despunta.

KHAAM-EL


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