1.
¿Buscas de verdad la Verdad? ¿Quieres con sinceridad amar el Amor? Abrázate muy fuerte, regocíjate en las lágrimas, confía en tu corazón abierto a la vida incluso en lo adverso, arduo y mundanamente calamitoso. Persevera en ello... hasta que te sientas más allá del pequeño yo, hasta que vivas toda la inmensidad que hay dentro de ti. Y entonces permite que salga hacia el mundo, hacia todo y todos. Ya que, una vez has comulgado con tu núcleo sagrado, has de laborar por invitar a tamaño desvelamiento en tu prójimo.
2.
Ecuanimidad, serenidad, paz en tu interior. Ahonda. Recapacita. Reconsidera. No te tomes los pensamientos que en tu mente acumulas como realidades incuestionables. Cuestiona tus cuestiones -todas- hasta que lo sin palabras, directo y pleno, te revele la esencia incuestionable de la Vida en Divina Unicidad.
3.
Cada paso dado en el aquí y ahora vivido con Amor, por pequeño que parezca, acerca grandemente nuestro retorno a la Plenitud de DIOS. Amar lo que venga, Amar lo que esté, Amar lo que se vaya... de repente, el Cielo.
4.
La chispa inapagable y plena de nuestro ser real espera ser redescubierta en cuanto dejemos de prestarle atención al variable, temeroso e ilusorio ego... sigue viva y bienaventurada crepitando en nuestro interior. Vivamos, pues, aquí y ahora, esa alegría irrefrenable y esa paz inefable, esa confianza total, esa seguridad de que nada nos falta, de que lo que precisemos para el Sumo Bien de todos se manifiesta siempre a su tiempo.
5.
Cuando ponemos todo en manos de DIOS, en total disposición del Amor Infinito que alienta nuestro espíritu, maduramos a marchas agigantadas. Nuestro entendimiento brilla, en la mirada hay un nuevo fulgor intenso y de la lengua brotan palabras de Vida nunca antes dichas. Son palabras para todos cual uno solo; palabras de Luz, Bendición y Comunión; palabras preñadas de Palabra, de Verbo Creador, de Amor y Eternidad.
6.
Tu fuerza ha de servir para los que están más débiles; tus manos para sostener a los que aún se tambalean; tu amor ha de prodigarse a todos, sobre todo para los que se sienten desamparados; tu claridad ha de alcanzar y encauzar a los que se agitan y entrechocan en tinieblas; y tu vida en el tiempo ha de latir para ofrecer el bendito recuerdo de la eterna e innacida vida del Espíritu a todos aquellos que todavía creen ser un cuerpo nacido para morir.
KHAAM-EL
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