Separar lo contemplado del contemplador y significar una distancia perceptiva que los distingue en categorías de diferente rango o nivel, enreda el pensamiento en un sinnúmero de teorías que pretenden validarse unas contra otras y, en consecuencia, en lugar de facilitar el conocimiento lo ocultan. Y, de inmediato, el miedo y el recelo asoman a la mente que así piensa; pues, lo oculto y desconocido engendra temor. Sopesar implica ignorar aunque someramente aparezca como un querer llegar a conocer. No balanceéis entre extremos y mirad allende los conceptos que parecen sostenerlos. Ahondar en lo sustancial y no distraerse con pasajeras desavenencias, o supuestas concordancias de inestable lazo, apertura la conciencia a ser mirada limpia e inmediata, completa, meditativa y serena, mostrando, con meridiana claridad, que cualquier comparación es una evanescente ilusión que disgrega y coarta la contemplación libre de lo que hay y es, nebulando la sustancia y la pureza de lo contemplado con la desconfiada memoria de un supuesto contemplador erigido en temeroso y, también, por ésto, temible juez que antecede amenazada su tranquilidad por cualquier motivo de personal contraposición. Juzgar desde el miedo condena al juez a la pena por él mismo dictada, porque la creencia en la propia y amenazada pequeñez proyecta el ansia de grandiosidad que procura, con voraz insistencia, imponerse a lo considerado externo; lo que acaba por mantener sine die la insana y dolorosa sensación de vivir en constante estado de alarma, constreñidos en cuerpos de frágil y perecedera composición, enfrascados en mil batallas que guerrear por un puñado de seguridades de incierta duración -a consecuencia de la inevitable transitoriedad de los éxitos mundanos-. Cuantas más normas, más complejidad, y, cuanto más complejo es algo, mayores son las posibilidades de que funcione mal. No se encuentra de ningún modo seguridad yendo tras ella desde la inseguridad y, sin duda, una defensa presupone un ataque. Desterremos la violencia -surgida de escuchar al ignorante miedo- de nuestras vidas. No dudemos en volver a la alegría y no nos peleemos por/contra las lágrimas.

No te tomes las cosas, por tanto, de forma personal y comunicarás lo universal. La inocencia siempre es agradecida y feliz. Todo se torna ahora claro, bendito, puro... Agradeciendo de todo corazón la esencia común del Espíritu en nosotros refulge poderosa de nuevo, pues la inocencia nos salva de la insidiosa sensación de culpa con la que lo egoico nos quería aprisionar. Perdónalo todo... Perdónate por completo… Retorna a la inocencia del Amor y sé eternamente feliz junto con tu prójimo que es uno contigo, conmigo, con todos, en Dios... en la Inefable Plenitud de la Divina Unicidad.
KHAAM-EL
Porque no volver ahora a la inocencia con la gratitud hacia la vida toda.
Ahí: el Amor... Ahí: la Luz.
Iluminación.
Verdad.
Paz.
Dentro hallas lo infinito.
La salvación procede de tu corazón enamorado.
Confía...
Todo te irá bien...
Fluyes hacia el Cielo con todos ahora...
Gracias.
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