Ante todo, nada... Y lo infinito se confirma indefectible. El ego no puede destruir -y mucho menos dañar- al Espíritu, porque es una ficción de vida, una alucinación sin sustancia con vana pretensión de sustancialidad, un virtual aspecto de entidad separada que pretende ser algo siendo ausencia, oquedad y espejismo. Sencillamente, sin apego a la particularista perspectiva egoica se vivencia de nuevo la plenitud, puesto que la vida no está sujeta a tiempo y espacio: los trasciende, engulle y abarca.
KHAAM-EL
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