La inevitable brevedad humana opaca pero no destruye la inefable plenitud del Espíritu. Rasga humilde el denso velo del endiosamiento sensorial y lo inconcebible te concebirá. Nacerás de nuevo, no de vientre de mujer sino de la Luz a la Luz, de la Libertad a la Libertad, del Amor al Amor, de la Vida a la Vida. Y el mundo no será jamás ni tu doloroso anhelo ni tu malquerido dueño... DIOS, por la gracia, encontrado donde siempre estuvo: en lo hondo del alma.
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