Las semillas, sepultadas bajo la nieve durante el inhóspito invierno, esperan pacientes a la primavera para abrirse y crecer, gracias, entre otras cosas, al agua de la nieve derretida a la llegada de ésta y que en aquellos gélidos días impedía su eclosión y florecimiento. Confiemos totalmente, pues, en los tiempos de DIOS por duros que estos sean a veces; de lo más aciago, ÉL, saca provecho y milagrosa comprensión transformadora.
KHAAM-EL
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