El ritmo natural que acompasa los acontecimientos
sobrepasa toda humana comprensión.
Querer saber manteniendo la ignorancia
es imposible condición, absurdo planteamiento necio
de ciega y vanidosa actitud,
que precipita a oscuros pozos de profundo y angustioso temor.
El ego no ve, ni verá nunca;
por más empeño que le ponga, él mismo es pertinaz ceguera
contemplando la nada de sus sueños y recelos
proyectándose sobre la luminosa corriente de vida,
oscureciéndola y trocándola en pesadilla de muerte
al ensalzar, con soberbia, el cuerpo y su escaso tiempo
en detrimento del Espíritu y su intemporal fundamento.
Urge despertar, ahora, aquí, sin melindres ni demoras,
del doloroso apego a los placeres mundanos;
todo lo percibido (incluido el particular perceptor)
es un instante, un chasquido en lo eterno.
Únicamente la libertad del alma pervive incólume,
gracias a su innacida condición de incorruptible devenir
allende las pulsiones del tiempo y sus impermanentes sucesos.
KHAAM-EL
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