Deslucido en gris,
tras los sosegados y radiantes días de bonanza,
el horizonte marino se desviste de cielo
orillando desorden en airadas olas que muerden con malquerencia
las apacibles y agradables playas.
Luna y sol, vida y muerte, el Espíritu ni muere ni nace.
Pintado en añil,
tras los encrespados y plomizos días de galerna,
el horizonte marino se engalana de cielo
orillando belleza en plácidas ondas que besan con esperanza
las embestidas y dañadas costas.
Sol y luna, muerte y vida, el Espíritu ni nace ni muere.
Las fronteras de la carne, vanidosas, esclavizan el alma
que los vientos del mundo azotan como a acantilados
al antojo de sus variables soplos,
unas veces fieros y otras ligeros o calmos.
Mas, el alma estos recurrentes vaivenes trasciende
si del apego al cuerpo se libera.
KHAAM-EL
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