Encontrar a DIOS VIVO en lo más hondo de uno lleva a conocerlo en lo profundo de todos, a un Amar con intención pura, de veras, y no por un particular o exclusivo beneficio, perseverando con fe en la adversidad y las lágrimas, no atendiendo a los seductores reclamos del mundo y manteniéndonos fieles a la Regla de Oro de hacer por los demás lo que nos gustaría hicieran por nosotros. Ese es el cimiento de la existencia humana bien aprovechada, la base ineludible para la consecución de la espléndida felicidad de la resurrección y la Vida Eterna.
Nada en el tiempo perdura, ni su estructura se mantiene: los asuntos cambian sin cesar, solventar uno genera otro a resolver; las riquezas, igual que se obtienen pueden perderse (mantenerlas agota y tensa más que descansa y relaja); la fuerza física se debilita; los placeres son breves, caprichosos, y en su repetición hastían; el poder, la influencia y el control mundano declinan; la lozanía se aja; los logros y el renombre se olvidan y ultrajan sustituidos por otros que a su vez serán olvidados, desmerecidos o desdeñados; el cuerpo enferma y finalmente muere. Únicamente lo que no nació ni morirá, el Espíritu, ofrece plenitud y bienaventuranza allende los designios del mundo, más allá de la débil carne y su limitado intelecto.
KHAAM-EL
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