Uno encuentra a DIOS VIVO cuando lo busca adentro, en lo más profundo del alma, en el silencio de la mente, en la soledad e intimidad del abandono de todo apego al ego y al mundo. Es decir, en la completa apertura del corazón a la comunión del Espíritu, confiando sin reservas en la sagrada unicidad de lo santo, eterno y pleno.
De inmediato, todo cobra hondo significado, trascendente sentido, eterna relevancia, iluminando la dirección del cotidiano vivir según llena el presente con una paz, amor y júbilo inacabables, que no conocen ni pueden llegar a conocer el ego ni el mundo por su temporaria e ilusoria hechura. Todo resplandece ahora, aquí, en la certeza de que no hay muerte; pues no somos de la carne, ni el mundo es nuestro verdadero hogar. Somos, todos a una, Pura Conciencia de Plenitud en indivisa Divina Unicidad.
KHAAM-EL
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