Inquirir hasta el fondo: meditar. No separarse de lo percibido: auténtica humildad. Aquietarse en la inquietud: sincera plegaria. No pelearse contra lo combativo: sagrada mansedumbre. Escuchar en silencio y volver a mirar: sabiduría... Verse en lo visto, he ahí la estrecha senda a la Verdad, al bendito reencuentro con DIOS VIVO.
Asombro. Abandono de sí. Confianza total. El futuro ya fue, y el presente es puerta abierta a la eternidad. Ahora, aquí, DIOS VIVO ES Incesante, Redentor, Iluminador, Poderoso, Todoabarcador, Veraz, Santo e Inefable (Padre e Hijo, un único Espíritu).
Despertar del diabólico sueño del encarnizado duelo entre el bien y el mal sucede de súbito, en un sagrado instante intemporal, tras la comprensión íntima de lo infinito: únicamente hay Amor Amando, suponiendo erróneamente lo contrario. No temamos al temor. No nos dividamos por unirnos al pensar divisor («¡Quítate de delante de Mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» Mateo 16, 23) y seamos uno en la Luz Indivisa del Espíritu, al atravesarlo todo apartando sin remilgos lo que aparta, perdonando lo supuestamente imperdonable, sirviendo para reunir, santificando lo profano con la humildad de lo pacífico, dando para mantener y extender, alumbrando lo oscuro desde sus adentros, abrazando al solitario, reconfortando al pesaroso, comprendiendo la ignorancia del belicoso no entrando en su sinrazón y estando dispuestos a padecer o a morir injustamente sin personales reproches, para que la violenta apariencia de lo separado se disuelva por entero y torne a comulgar la vida toda con clara conciencia en la irrompible e inalterable plenitud del Amor de DIOS VIVO.
KHAAM-EL
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