domingo, 9 de diciembre de 2018

SÓLO COMPARTIENDO EL CAMINO SE ES FELIZ

   Ahora está siempre bien en lo esencial; sólo lo transitorio y, por tanto, superficial puede llegar a aparentar ir mal. Sonríele a las lágrimas y estas se secarán definitivamente por el benigno y todo inclusivo sol de lo eterno, santo e inefable. No hay impedimentos a la dicha salvo los que uno quiera ponerse, y no hay, tampoco, impedimentos a la paz excepto aquellos que uno mismo escoge en su afán de contrapesar el inestable balanceo de los juicios. La carrera de obstáculos que a veces parece ser la vida no es más que la representación de los esfuerzos por tener razón, contra viento y marea, en el rumbo particular de los propios deseos. Uno cae por su personal ímpetu de ser especial, de ser mejor, de destacar del resto, de batir una supuesta marca para alcanzar una comparativa victoria a costa del otro. Medita y sosiega el ánimo antes de principiar nada. No corras codicioso hacia una meta que precipita a la sima del sacrificio, el engreímiento y la competitividad; corre, si gustas de correr, por amor a correr, sin más, y la vida se tornará realmente gozosa.

   Vivamos sin importancia personal, y el sufrimiento cesará. No tracemos rutas incongruentes o nos perderemos en los nebulosos páramos de la confusión, el ansia desatada, la cólera y el desaliento. Mantengamos clara y serena la mente desde un principio porque la orientación del pensamiento conduce inevitablemente a los destinos que esa orientación traza. Si la mente parte de inicio desde la desconfianza, por mucho que quiera encontrar Amor, no lo halla; al igual que un lapicero negro jamás pintará el amarillo, ni con semillas de manzano verdecerá nunca el abedul. Por eso, la infelicidad es cosechada siempre que se siembra desde el deseo de lo personal; pues, esperar algo determinado, como condición indispensable para la propia felicidad, desespera en el arduo esfuerzo por lograrlo, o con el vano intento de mantenerlo, si ese algo, finalmente, es alcanzado.

   Así que invito en este escrito a que libre y conscientemente detengamos el frenesí de querer alcanzar una victoria personal en una próxima carrera, en un futuro proyectado, en un mañana idolatrado o en un sueño anhelado. Soseguemos el desasosiego no justificándolo y meditando de veras... Todo aparece libre de obstáculos en la inmediatez del instante presente, en su serena claridad, en su liviandad y pureza... a salvo de personalismos y juicios... completamente liberada el alma de deseos y temores, de triunfalismos y fracasos, de breves euforias y dolorosas depresiones; ya sin la pesada carga de egoístas identificaciones, expectativas o reproches. Actuemos, pues, desde esa consciencia en paz, y la vida será ahora siempre en lo esencial: una siembra fértil, de inevitable, abundante y feliz cosecha; un compartir el camino en hermandad -sin prisas ni competitividades, amándonos de verdad los unos a los unos-; una constante apertura a lo eterno, santo y bienaventurado; un encaminarse de la luz a la luz deshaciendo aparentes oscuridades, aliviando pesadas cargas y liberando de errores y culpas mediante un perdón hondo y sincero; una bendición incesante que colma al alma de felicidad inenarrable... En definitiva: una gratitud inacabable de Amor siempre viviente, siempre presente, siempre resplandeciente.

KHAAM-EL



  En el ahora, aquí, sea cual fuere su apariencia... 
sin prisas o egoísmos, sin expectativas, sin particulares imposiciones... 
el Amor se vive y sabe felizmente eterno.






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