martes, 14 de mayo de 2019

DIOS NO ES SEPARADO DE NOSOTROS

   Ver en la letra que habla de Dios el Espíritu, y no meros conceptos, es vital para el correcto despliegue de lo genuinamente fraterno. Porque, sin duda, es de una terquedad suicida empecinarse en seguir el surco del razonamiento egoico que sólo trae, tras breves regustos personales, separación, angustia y aflicción. Así que antes de nada hemos de contemplar con amplitud de miras la reducida capacidad del ego para ver más allá de sus mezquinos intereses. No dormirnos en la autocomplacencia libera de la argolla de la soberbia que ahoga según uno se infla en su vanidad. Aguzar el oído interno es básico para saber escuchar lo que hay allende las palabras, al igual como vislumbrar la propia ceguera es el primer paso hacia la Visión. Perseverar en el hábito de no tomarse la vida de forma personal y no engreírse con supuestos saberes exclusivos conduce a la sencillez de la Verdad. En Ella nadie queda desamparado; porque lo que no es bueno para todos (la mentira de las diferencias especiales), no es el auténtico bien.

   No pidas sólo para ti o unos pocos que consideras especiales, incluye al mundo entero en tu bien, y sabrás lo que Dios quiere que realices para la unicidad de lo que parece separado. Todo irá entonces, sin duda, bien para ti. La humildad, en su honesta simplicidad, es el fundamento primordial de la confianza en el Espíritu; verdadera piedra angular sobre la que edificar el sólido templo de la fe sentida, de la indubitable experiencia viva en lo sagrado e inmaterial, de la esencial unicidad de todos en el Amor. Aceptar los límites y rendirse a lo ilimitado, a lo santo e inefable, a lo puro e incondicional, no es derrota sino paz... y la paz de espíritu, la paz más allá de todo entendimiento, es en sí misma, y sin cruentos esfuerzos, victoria definitiva. Por esto el que reconoce su error puede librarse de él, quien lo justifica queda encadenado a su influjo; más quien arteramente lo oculta, por él, será aplastado.

   Yendo, de todo corazón, hacia el Corazón la Luz de Dios disipa para siempre las oscuridades del ego. Dios no es un supremo arquitecto que construye un mundo destruyendo lo que no le agrada, como algunos suponen pomposamente; ni tampoco tiene que ver con el endiosamiento del ser humano, que niega Su existencia mediante el orgulloso refinamiento del ego -como piensan otros-. Dios Es y lo que no es Su Plenitud, simplemente, es ilusión, apariencia e irrealidad, un sueño vano del que dulcemente nos despierta con la compasión, la paciencia sin límite y el completo perdón de todo aquello que fabricó una situación imposible que por un inicuo lapso fue tomada como real. Sí, Dios no es algo o alguien separado de nosotros sino que es Vida en nuestra muerte, Eternidad en nuestro tiempo, Espíritu en nuestra carne, Bien en nuestro mal, Dicha en nuestra desdicha, Paz en nuestros conflictos, Sanidad y cordura en nuestra fragilidad e insania, Completitud en nuestro especialismo, Salvación en nuestra autoimpuesta condena, Sencillez en nuestras complicaciones, Amor en nuestro miedo. Verdad en nuestras falacias. Perfección en nuestra imperfección, Luz en nuestras tinieblas. Descanso en nuestro agotamiento, Plenitud en nuestra incompleción..., Sat-Chit-Ananda... Ser-Consciencia-Bienaventurada.

   Sí, Dios no es separado de nosotros. La Realidad Definitiva es inmanente y trascendente a toda la impermanencia que parece envolvernos. Muévete, pues, por lo transitorio ligero de equipaje... sólo nos llevamos el Amor que compartimos, la unión que fomentamos, la bendición que extendimos. Compártete sin medida y sé, entonces, genuinamente feliz en tu compartido retorno a la Eternidad.

KHAAM-EL



Adentro... muy adentro... 
Dios es inseparable de nosotros.
Búscalo en el corazón... 
te hará, de nuevo, uno con la Vida Plena del Ser.




No hay comentarios:

Publicar un comentario