viernes, 8 de septiembre de 2023

LIBERADOR PARA QUÉ DEL MUNDO

     Llorando, implorando, entre furioso y terriblemente deprimido, zaherido en el orgullo y quebrantado mi personal ímpetu, estrujando la almohada desesperado, clamaba (una ya antaña noche de noviembre) tanto a lo conocido, a lo desconocido y a lo por conocer si existía un Dios, o no; y, si Éste existía, qué propósito tiene este mundo con sus tremendos dramas y vilezas, y sangrientas guerras, y efímeros disfrutes, y mentiras hipócritas, y dolorosas enfermedades y muertes...
    ... De improviso, mirando aturdido entre sombras, bajo los escombros de la desolación, en la dolorosa derrota de mis afanes, en el fondo del fracaso más estrepitoso de mis sueños y anhelos, una en principio tenue y cálida luz pulsaba en mi corazón, susurrándome atención. Poco a poco, según la atendía silenciado el fragor de mi mente, fue ganando fuerza e intensidad. Tiraba de mí hacia arriba, no en el espacio sino en conciencia, no en la carne sino en el alma, iluminándolo todo desde muy dentro de mí hacia todos los rincones del universo: de la minúscula mota de polvo hasta el más magnífico de los arcángeles son uno en la Divina Unicidad de DIOS VIVO, plenos en Él seres, objetos y vacíos, interconectados por un Amor inmensurable, que incluso lo más perdido, a su tiempo debido y exacto, era salvo de su libre yerro, justamente por la libre elección de su sincera y sentida enmienda.
    ¡Aleluya! ¡Bendiciones! ¡Gloria a DIOS VIVO en las alturas y en los abismos, en los días y en las noches, aquí y allá, en el tiempo y en lo intemporal, en ti y en mí, en todos y en todo! El abatimiento, el enojo y el desconcierto que me corroían, raudo fueron dando paso a una paz indescriptible que los disolvía por siempre y para siempre. Sin duda alguna, la molesta pesadez de ánimo volvíase milagrosamente en confiada liviandad, en alegría desbordada que llenaba mi ser allende el cuerpo y el intelecto, en una certeza de esperanza consumada por un saber sin necesidad de palabras aquello que contiene y trasciende todas las palabras, todos los lenguajes, todos los símbolos y todas las idiosincrasias que configuran lo humano, tornándolo -por la gracia- en libre e inmortal Hijo de lo Divino.
    Fui testigo de la Luz. Se me mostró el bienaventurado propósito final del mundo: la gloria de la Divina Unicidad de DIOS VIVO. Agradecido e inquebrantable he de dar testimonio dello; y, por tanto, lo doy, guste a la mayoría de a las gentes deste tiempo, o no... veo con/en/por y para DIOS cómo la Plenitud, libremente escogida, está garantizada; y eso es bueno. Así ES.

KHAAM-EL


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