Fluir, marchar... sino y origen.
El latido de las horas, como el rumor de las olas,
compasa el ir de la vida de lo abisal a la orilla,
y de esta de nuevo a lo hondo.
Navegantes somos, hasta, lúcidos, sabernos mar.
Ni principios ni finales, ahora, nos estremecen;
insustancial apariencia es lo que fluye, viaja y marcha,
no nuestra inmortal esencia.
Surcando el tiempo sin miedo,
firme asido el gobernalle, atravesemos el océano
de las burdas sutilezas, de los falaces asertos
y de la iterada muerte.
Allende el inmenso océano de océanos que se agitan,
el intuido puerto santo del inefable Absoluto
asoma ante la avizora mirada del corazón.
El fondo, ¡uno con la orilla!
KHAAM-EL
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