La fuerza humana, por formidable que llegue a ser, tiene un tope y una inevitable declinación hasta el desfallecimiento total del organismo. Apoyarse en eso es absurdo e inútil.
El intelecto humano, por brillante que consiga ser, tiene un tope y una paulatina declinación hasta la inactividad total de la mente. Discernir sólo con eso es limitado y equívoco.
Considerar el mundo formal/temporal como la única realidad posible es apoyarse en un erróneo discernimiento que a la mínima de cambio nos derrumba en el pesar, la furia, el miedo y la desesperación.
Rendir el apego a un yo humano como juez y medidor de todas las cosas, ahondando en el fondo del fondo del pensamiento, traspasa todo ese vano pensar como un rayo rasga la atmósfera -en un instante de tonante retumbar- convirtiendo la penumbra de la tormenta en todo luz, alumbrando una nueva mirada que atisba más allá de lo sensorialmente percibido. Fortaleciéndonos en el Espíritu que no desfallece ni perece, e inspirándonos en la Verdad y la Vida Eterna que en la Plenitud de DIOS nos sostiene, vivifica y ama.
KHAAM-EL
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