Fluye... fluye...
confía, ama y agradece la corriente providente
que en su cauce nos lleva
hacia el estuario de nuestro vivir;
ahí, indescriptible, espera la maravilla de la comunión,
la plenitud de lo inseparable.
El río nunca estuvo realmente separado del mar,
aunque en su cotidiano discurrir
-al principio- no lo atisbara en lontananza...
En su desembocadura,
río y mar son uno a la vez,
fundiendo aguas en un inmenso abrazo inacabable.
KHAAM-EL
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