
Todos los imperios caen, todas las modas pasan, todos los saberes del mundo son vanidad, todos los cuerpos enferman y perecen. Creer que con el poder mundano o el control corporal puede lograrse plenitud es autoengaño; y quien se autoengaña, aun sin quererlo, a su vez engaña. Démosle pues la espalda al embuste, la avaricia y la discordia que se apegan al mundo y lo convulsionan proyectando fantasiosos futuros que enlodan el presente, y vivamos de frente en el aquí y ahora, con la verdad y el amor como faros y únicas garantías éticas. Y en la multiplicidad vivenciaremos la unicidad, en lo oscuro una íntima luz fulgirá incesante, la paz de espíritu sosegará el alma en medio del fragor del mundano combate, una alegría innata nos sostendrá hasta en las circunstancias más adversas e incluso terribles, y un amor indestructible, sin miedo a morir por la verdad, a las mismísima muerte derrotará, porque la vida del espíritu este mundo trasciende; no somos del tiempo, sino de la eternidad.
Tengamos en todo momento y circunstancia bien presentes las siguientes palabras de Cristo Jesús, recordadas en Juan 18,33-37, y no confundiremos el trigo con la paja, el pan con duras piedras o la verdad con hipócritas embustes: En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi Reino no es de aquí». Pilato le dijo: Conque ¿tú eres rey? Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Ciertamente, queda claro si de corazón anhelamos la verdad y la vida.
KHAAM-EL
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