Vivir en este mundo con consciencia es intenso, muy intenso. Despertar de las ilusiones del ego, que con los sentidos y los juicios en ellos apoyados como una telaraña enreda, requiere diaria auto-observancia, honestidad, humildad, oración/meditación y constancia. Sí o sí, hay que traspasar y desechar todos los recovecos de las creencias egoicas para ver de veras qué es el Bien, qué es lo Santo, qué es la Verdad, el Amor y la Vida.
Decir Amén a lo real, indiviso e imperecedero, a DIOS VIVO, nada tiene que ver con medias tintas o superficiales relaciones que en lo profundo nunca se comprometen; es pronunciar -y realizar- un rotundo no a todo aquello que no provenga de Su Santa Plenitud, a todo aquello que no extienda Su Fértil y Sagrada Palabra.
Si no se maldice aquello que maldice, si no se niega aquello que debilita lo genuinamente fraterno, si no se refutan las mentiras que alejan y aíslan del Eteno Amor de DIOS VIVO, no puede haber auténtica y pura Bendición (Divina Unicidad, el Bien, lo que da y comparte buen fruto en todo tiempo y circunstancia). Porque aquello que se afirma a sí mismo aparte y niega la desinteresada Comunión Divina, sosteniendo el litigante predominio de la transitoria y separativa carne sobre el Espíritu (el egoísmo, el mal, lo que toma -e incluso exige- pero no da), si se acoge, minimiza o tolera: en un principio seduce, luego esclaviza, al poco angustia y ofusca, para finalmente -si no se corrige semejante error de juicio- atormentar el ánimo, aridecer la vida, enemistar con el prójimo, matar el contento del Corazón y destruir cualquier vestigio de la paz de Espíritu.
KHAAM-EL