Rendí mis planes y razones, cuestionando la validez de mi perspectiva personal una noche sin luna ni estrellas, en un aquí sin allí y en un ahora desprovisto de mañanas, quebrado por los ayeres; cada deseo se hacía añicos, cada esfuerzo finalmente era baldío, pues donde esperaba dicha me topaba con la desdicha... Ahondé en un dolor que ya no quería esquivar y lo lloré a mares... Oré humilde a un Dios que intuía, pero que con rebelde arrogancia había rehuido... Indagué en la raíz de mis creencias y vi su inconsistencia... Medité de veras, no apoyándome en ninguna de mis memorias o expectativas... Confíe en lo impredecible... Y una íntima sacudida, como un terremoto terrible que allende toda comprensión recoloca para bien todo lo que estaba errado, derribó todas las murallas, que pretendiendo protegerlo oprimían mi corazón, con una Luz poderosamente firme, bienaventurada, omniabarcadora y rebosante de paz. Entonces, vi sin ojos y comprendí más allá de todas las palabras del mundo: -no es afuera donde se encuentra el remedio para las aflicciones humanas; todo lo pasajero es ídolo vano, fracaso último disfrazado de efímero éxito. Sólo el Amor y la Verdad, que en segura, perfecta e indisoluble unicidad danzan, son en todos indivisa e indestructible realidad, no algo aparte de uno que nos aleje de los demás. ¡Milagro! ¡Regalo de regalos, gratuito y egoicamente inmerecido! ¡No somos egos! ¡Somos Espíritu!
Agradecido a Lo Alto, alabo aquí y ahora, siempre ahora y aquí, la vivencia de cómo en el núcleo del tiempo (el instante consciente y pleno, que íntegro se despliega en un continuo inefable) lo intemporal palpita. ¡Aleluya! ¡Bendiciones! ¡Aleluya! Hallé el fuego sagrado en mi interior y ya nunca más el frío dolor que anegaba de lágrimas un alma rota, ahora -merced a la providente gracia- sanada y plenificada en el Santo Espíritu de DIOS VIVO por el Santo Espíritu de DIOS VIVO MISMO, que en el hondón de nuestras almas nos hermana, santifica y vivifica en eterna comunión.
KHAAM-EL
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