martes, 6 de octubre de 2020

EL OCULTO REGALO TRAS LO ADVERSO NOS LIBERA DEL EGO

   Cuando asimilamos que las trabas y adversidades de la vida, por dolorosas que sean, no conllevan únicamente inconvenientes o desesperanzas, sino que allende su superficial acontecer ofrecen milagrosas bendiciones e imprevistas ventajas a quien sepa reconocer su encubierta enseñanza, su agazapada bienaventuranza. Evita pelearte con la pelea y renovarás tu pacto con lo santo. Simple y obvio: míralo todo con los ojos inocentes y maravillados del niño; no con los resabiados y ofendidos del victimismo que va en busca del verdugo para vengarse y convertirlo a su vez en víctima, haciendo que el ciclo del sufrimiento gire y gire sin cesar. Confía. Detén semejante despropósito cambiando de propósito, sustituyendo la actitud vital del pequeño y mezquino bien particular por la del ilimitado y generoso bien universal. Sin duda, en el fondo de todas esas trabas y adversidades, mediante este cambio de propósito, descubrimos la humildad de no apropiarnos de nuestras vidas como si éstas debieran darnos todos los caprichos y deseos -por buenos y altruistas que pudieran llegar a ser- que proyectáramos desde el yo que se siente pequeño y amenazado, al admitir que el personal saber es ignorancia, mientras que el auténtico saber, por la gracia, engarza y sincroniza todo sin esfuerzo hacia un bien mayor y universal que nos trasciende e infinita. Ahora, al fin, nos sentimos libres de la cárcel de los juicios personales, nuestro corazón se regocija y nuestra mente se ilumina en la indivisa comunión con el Amor y la Plenitud de DIOS. El ayer queda en el ayer y no se trae ya más al presente para cargarlo con la pesadez de lo penoso o lleno de rencor. Todas las lágrimas de la identidad egoica regaron el jardín del entendimiento y la compasión; toda la furia de lo temporal se apaciguó al saborear la paz eterna del espíritu; toda la vergüenza del pecado se supo perdonada justo cuando perdonó; toda la soledad del mundo se disolvió en el preciso instante de sentirse indistinto de lo esencial, puro, sagrado y eternamente hermanado con el prójimo en lo más mollar y bendito del alma. Todo, de nuevo, sí, se sabe infraccionable. Y la muerte es vencida, definitivamente, como era antes de todo antes y como fue después de todo después. Ahora los vaivenes de lo transitorio dejan de captar la atención y el espíritu se alza liberado hacia los confines de lo sin confín, hacia la Divina Unicidad que nunca pudo realmente encontrarse escindida.

KHAAM-EL



Justo, ahora y aquí,
sean cuales sean la situaciones por la que navegan nuestras vidas
(tempestuosas, serenas, con viento a favor o en contra),
la plenitud de Ser en la Divina Unicidad
se nos ofrece sin límites ni cortapisas
para trascender al ego y sus espejismos.



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