jueves, 29 de febrero de 2024

OBVIA INSUBSTANCIALIDAD DE LO IMPERMANENTE

     Evidente es lo evidente; negarlo, ignorancia y sufrimiento. Suponer amar, no es amar; pelea y pelea con pasional terquedad, desgastando lo querido y seducido, desgastándose a su vez en ello, en un entramado relacional de necia ceguera. Imaginar saber, no es saber; yerra y yerra con insensata contumacia, agarrándose a lo fútil como si fuese valioso, en un conceptual atesorar de compulsiva y egoísta petulancia.
    En su substancial unicidad, el Amor y el Saber no suponen ni imaginan: Aman Saber y Saben Amar, eternamente. Únicamente el tiempo y sus cosas es el refugio impermanente del no menos impermanente ego, que se atribuye perspicaz inteligencia, y no la posee. La inmensidad lo arredra e inventa eruditos catálogos, legisla incongruentes reglamentos y se deleita con limitados métodos medidores, regladores y gozadores, queriendo asir lo esencialmente inconmensurable con la ridícula intención de aparentar (no más) poder organizar, saber y disfrutar aquello que nunca podrá arreglar, saber ni gozar plenamente por sus reducidos y reductores parámetros de ilusoria consistencia. Porque sus luces son oscuras. Son antiluz. Un destello fatuo de rimbombante oquedad. Una pestilente y tenebrosa cloaca con pretensiones de luminosa balconada al mar. Un amasijo de banales deseos entrechocando y atribulando.
    Obvio es lo obvio; aceptarlo, felicidad y plenitud. Lo que hay, hay. Lo que viene y va: no es, no hay. El Espíritu permanece: es, sí hay. El ego viene y va: no es, no hay.

KHAAM-EL


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