Para vivenciar en el mundo plenitud es primordial desarrollar en las relaciones verdadero Amor, compartiendo todo lo que nos hace esencialmente libres, dignos y felices en común unión, sin ánimos posesivos o evasivos. No hay otra manera de amar; se debe reconocer, más allá de la cambiante apariencia temporal, la pureza del Espíritu que a todos nos alienta, sustenta y nutre. Por eso, la meditación consciente y honesta nos devuelve a la Verdad y el Amor, puesto que sólo una mente sosegada, receptiva y feliz puede desprenderse de sus propias falaces definiciones, e ir, libre, más allá de sí dejando ser lo que es, permitiendo desplegarse lo que hay. Y el Amor sincero y verdadero obra milagros que conducen al reencuentro con lo Divino, con lo 'No dual', Absoluto o Nirvánico (no nos peleemos por meras palabras), lo esencial, lo importante, lo crucial, es adonde todas las denominaciones acerca de lo sagrado apuntan: a la inefable e inmortal esencia de Ser.
¡Regocijémonos! Cuando no hay egoicos límites que nos escinden con recelosos miedos de la relación con el prójimo, ésta se vuelve santa, bendita y jubilosa, volando libre en pletórica comunión. ¡Paz y bien! Ahora, uno se sabe indiviso de todo y de todos en la Consciencia Pura de la Divina Unicidad. ¡Bendiciones! Aquí, sea cual fuere el lugar y suceso ocurrido, nuevamente, al desaparecer todo temor, el Amor se hace patente en todo su eterno esplendor de consciente interconexión, de inconcebible imposición. ¡Aleluya!
KHAAM-EL
No hay comentarios:
Publicar un comentario