Encauzar nuestras acciones en lo transitorio como si fuera imperecedero, intentando satisfactoria coherencia, finaliza -en toda circunstancia- desoladora y caóticamente. Sí o sí, nada temporal llenará al alma por más que sacie el cuerpo/intelecto, al forjar siempre un ropaje egoico que, pareciendo ser, nunca es; puesto que, aquélla es amorosa verdad eterna en inefable comunión divina, y éste un falaz competidor, caduco, tiránico e incorregible demarcador perceptivo.
¡Bendiciones! Desnudos de personales expectativas trascendemos al opacador ego; descubriéndonos, sencilla y conjuntamente, hechos de pura luz, inmortales y en plenitud.
KHAAM-EL

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