1.
Todos a lo largo de la vida tenemos al menos alguien al que ayudar y, también, tenemos como mínimo alguien que nos ayude.
2.
En la forma todo es finalmente doloroso, mientras que en el espíritu todo es finalmente bienaventurado.
3.
La mayor y más dolorosa trampa del ego es la importancia personal, la comparación diferenciadora y exclusivista; por eso, la cuestión a resolver no es tanto el ser importante, pues en verdad todos somos igual de importantes en la completitud de la vida, como el abandono del torticero juego de los supuestos comparativos, o, lo que es lo mismo, la rotunda invalidación de ese ávido querer ser más importante que los demás (juzgado como éxito) derivado de un sentirse menos importante (juzgado como fracaso).
4.
El instante presente es la inmejorable oportunidad en el tiempo para ir más allá de él y atisbar lo intemporal... No te demores, pues, con proyecciones de un pasado ilusorio que busca inútilmente pervivencia en un también ilusorio futuro. Sí, sin duda, ya es hora de saltar, de brincar, de no aferrarse a lo caduco y que la vida se llene de infinitud.
5.
Cuando el ego es desechado y el presente se vive con claridad, sin apego personal ni competitividad, descubres un volcán interior que expele el fuego hondo y sagrado del Espíritu mediante palabras ardientes, directas y veraces. No lo sofoques, no intentes apagarlo o mitigarlo, o te desesperarás desconcertado por la ambivalencia. Sólo siente que es una energía pura, rotunda, infinita, y que ha de salir para iluminar y desvanecer la oscuridad del miedo, para recordar el amor con el olvido de las falacias del rencor y la desesperanza; para calentar la fría tierra del ego con la bendición universal, estremeciéndola y despertándola de todas esas pesadillas egoicas que esparcían el dolor, la culpa y la muerte.
6.
Consúmete en las llamas del Brillo Eterno y descúbrete sin ti, sin esos añadidos separativos, sin esos postizos creídos naturales, para de nuevo ser quien nunca pudiste realmente dejar de ser.
3.
La mayor y más dolorosa trampa del ego es la importancia personal, la comparación diferenciadora y exclusivista; por eso, la cuestión a resolver no es tanto el ser importante, pues en verdad todos somos igual de importantes en la completitud de la vida, como el abandono del torticero juego de los supuestos comparativos, o, lo que es lo mismo, la rotunda invalidación de ese ávido querer ser más importante que los demás (juzgado como éxito) derivado de un sentirse menos importante (juzgado como fracaso).
4.
El instante presente es la inmejorable oportunidad en el tiempo para ir más allá de él y atisbar lo intemporal... No te demores, pues, con proyecciones de un pasado ilusorio que busca inútilmente pervivencia en un también ilusorio futuro. Sí, sin duda, ya es hora de saltar, de brincar, de no aferrarse a lo caduco y que la vida se llene de infinitud.
5.
Cuando el ego es desechado y el presente se vive con claridad, sin apego personal ni competitividad, descubres un volcán interior que expele el fuego hondo y sagrado del Espíritu mediante palabras ardientes, directas y veraces. No lo sofoques, no intentes apagarlo o mitigarlo, o te desesperarás desconcertado por la ambivalencia. Sólo siente que es una energía pura, rotunda, infinita, y que ha de salir para iluminar y desvanecer la oscuridad del miedo, para recordar el amor con el olvido de las falacias del rencor y la desesperanza; para calentar la fría tierra del ego con la bendición universal, estremeciéndola y despertándola de todas esas pesadillas egoicas que esparcían el dolor, la culpa y la muerte.
6.
Consúmete en las llamas del Brillo Eterno y descúbrete sin ti, sin esos añadidos separativos, sin esos postizos creídos naturales, para de nuevo ser quien nunca pudiste realmente dejar de ser.
KHAAM-EL
Aquí y ahora tienes la capacidad de ir más allá del pensamiento
y vivenciar la plenitud que en esencia eres con la vida toda.
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