jueves, 9 de julio de 2020

PERSEVERAR EN LA OBSERVANCIA CONSCIENTE REVELA LA INFINITUD DE SER

    Impacientarse por acabar con la impaciencia la acrecienta en vez de menguarla. Por mucho que se desee la llegada del amanecer jamás llegará inmediatamente después del ocaso ni florecerán las primaverales amapolas en el gélido invierno. El presente es lo que es. Aquello que se teme o se desea proyectado sobre el instante actual del flujo temporal, queriendo imponerle un criterio o juicio particular, le persigue y atormenta a uno en su mente, vaya donde vaya, esté con quien esté, impidiéndole ver con claridad lo que el preciso y precioso instante presente le ofrece (alba u ocaso, nieve o amapolas, lluvia o cielo raso, sucesos agradables o tremendos...) para vivenciar, conocer y extender con consciencia pura y amorosa el núcleo de la enseñanza vital que contiene: la unicidad de vida que se revela en el silencio de los anhelos y miedos egoicos que pretendían juzgar sin seso ni corazón. Porque, dejada a su caprichoso albur, la mente identificada con lo egoico tiende a juzgarlo todo desde las premisas de sus memorias personales de parcial interpretación; y lo parcial, en su incompletitud, siempre estará equivocado, siempre será inexacto. Resolver no dar crédito a lo parcial es una actitud valerosa y juiciosa que dirige la atención de la mente sobre sí misma para desenmascarar todos los pensamientos errados que quieren pasar por veraces, en un plantarse sólido en consciencia, sin excusas o dilaciones, para que cualquier automatismo de inconsciencia salga a la luz; y poder, con sensatez, desembarazarse de su estúpido, mendaz y doloroso yugo... Hallando, tras la confianza y la constancia de mantener esta genuina actitud meditativa, paz interior y libertad esencial, plenitud y dicha de ser, amor e intemporalidad.

  La perseverancia en la observancia de lo inmediato deshace el espejismo de futuros proyectados y/o pasados malinterpretados. Atravesar la engañosa tierra baldía de lo personal, sin dejarse engatusar por sus variopintas fantasías, caminando con firme tesón hasta el final, sin distraerse con lamentaciones o ansias de relumbre, consuma el inmemorial e intemporal destino del alma. Lo que llega es aceptado, lo que sale es bendecido... las cosas y las gentes, vienen y van; nosotros mismos, venimos y vamos... Nada a lo que agarrarse, poseer o retener; nada que esquivar por desprecio o aversión; nada que ensalzar, denigrar u odiar... olas que surcan el mar hasta romper en las orillas del tiempo, siendo -ellas mismas- inseparables del mar en el que se funden tras alcanzar la orilla de sus inherentes tiempos. Constante aceptación consciente. Comprensión clara y esencial. Unicidad. Plenitud. Nada a lo que encararse para pelear o someterse, nada de lo que huir o esconderse... Las formas se deforman para conformar nuevas formas que a su vez volverán a deformarse para recomenzar la marea de la separativa ilusión de lo egoico. Más, todo es indivisible en esencia... En la incuestionable vacuidad del impermanente vaivén de lo aparentemente separado subyace la bienaventurada inmediatez del insondable sosiego interno, de la íntima comunión ilimitada, de  la oceánica plenitud de vida. Horror y placer trascendidos para que la inmanencia eterna del Ser sea ya libre de esas ilusiones que parecieran contenerla. Por eso, amig@, te insto a insistir en no dejar de insistir en lo esencial; la constancia meditativa tiene que ver más con una honesta y ecuánime actitud interior que con una quieta postura externa, y, lo que antes parecía complicado, inesperadamente, se torna de lo más sencillo. Cuando la práctica deja de ser una rutina para ser un hábito libremente escogido, el disfrute natural acompaña su realización. Meditar, con disciplinado e inquebrantable talante honesto de conocimiento interior, mediante una autoindagación constante, no es, por tanto, arduo ni costoso, salvo por las perniciosas creencias incrustadas en la mente, tomadas como pensamientos propios, e identificadas con uno de forma particular; cuando nadie es en realidad su supuesta personalidad egoica, forjada a base de deseos y miedos, de expectativas y comparaciones. Hay que ser persistentes y no abandonar ante los furibundos y desesperados embates del ego. Tras la intensidad y angustia de soltar lo supuesto, surge toda la paz y dicha de espíritu que otorga permanecer en lo real... Lo Que Es, Es... y, Lo Que Es Ser, en su eterna constancia de Ser, no puede sufrir ni carencias ni limitaciones, ni mucho menos fragmentaciones y padecimientos que sólo son espejismos derivados del parecer ser. Profundiza, pues, en la observación del observar en sí... Medita de veras, y verás y vivenciarás y conocerás y serás lo obvio: vida en la Vida Eterna... uno en la Divina Unicidad... amor en el Amor junto con toda la vida, junto con el prójimo en su totalidad, junto con todos los inseparables amores que comulgan en la Plenitud de DIOS.

KHAAM-EL



Profundiza... Medita... Ahonda... 
Sé constante en lo interior,
en la observancia de lo inmediato, 
y no habrá separación frente a lo exterior
que tambalee tu ánimo.
Unicidad Esencial...
Libertad... Paz de Espíritu... 
Acción genuinamente desinteresada... 
Amor.. Infinitud de Ser.



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