Obvio es lo sencillo. Aquello que se piensa se siente y lo que se juzga define. Amar, consecuentemente, nos relaciona en clara unicidad, dignificando, restituyendo y salvando al prójimo de cualquier injusto rechazo, y, por ende, dignificando, restituyendo y salvando a uno mismo del propio rechazo, al reunirnos los unos con los unos en un mismo sentir en DIOS; temer, sin embargo, interactúa con ciega y agresiva defensa, y, sombríamente murmura, divide y daña al prójimo, y, por tanto, a uno mismo, porque esconderse o utilizar para sí las relaciones es esconderse de DIOS o querer utilizarlo, y lo que se teme o codicia de afuera proviene de dentro. Por lo que -obvio- quienes atraviesan con fraterna y generosa valentía el mundo revelan la íntima Plenitud y el vero Amor extensivo que desde lo profundo de su ser, por la gracia Divina, manan.
Ayudando nos ayudamos. Bendiciendo nos bendecimos. Pacificando nos pacificamos. Amando nos amamos. El dolor de uno es el dolor de todos y la alegría de uno es la alegría de todos. Es por esto que el remedio a todo mal, a cualquier desastre, es Amar... Es dar, darse, darnos, compartir, convivir como prójimos sinceramente hermanados. O lo que es lo mismo, santificar todas las relaciones (las óptimas, neutras o adversas) como Cristo nos enseñó. Porque el verdadero amar, el verdadero dar, darse, darnos, compartir y convivir, es santo... Un desaparecer en lo sagrado, íntimo e infinito, hasta que sólo quede un bendito nosotros en el que palpite 'Lo Mismo': pura bienaventuranza de no ser separados; de ser en comunión, más allá de los cuerpos y sus tiempos; de ser Uno en esencia y consciencia, trascendiendo aquí y ahora todo mal, en un Inefable Sumo Bien de espiritual y eterna plenitud... ¡Bienaventuradamente resurrectos en DIOS VIVO!
KHAAM-EL
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