Atravesar la vida humana, desde ahora hasta su fin, renunciando al ego según aceptamos la íntima guía de lo Santo, tanto en la bonanza y la tempestad como en lo corriente y lo extraordinario, tal que inocentes niños, asombrados, humildes, generosos, receptivos, aventureros, amigables y felices, sin recelos, miedos o arrogancias, posibilita la realización de nuestra Plenitud esencial, que, más allá del tiempo, la carne y sus vicisitudes, nos descubre y regala la Divina Gracia -en Espíritu y Verdad-, la perfecta comunión con la Vida en toda su inabarcable e interminable amplitud indivisa de DIOS VIVO: el Reino de los Cielos anunciado por Jesús de Nazaret.
KHAAM-EL
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