Nada transitorio, por su inexorable mutabilidad, ofrece plenitud; y lo que no es pleno, en su parcialidad, engaña; porque pareciendo nuevo, ya es viejo. Consecuentemente, inferir de las parciales y cambiantes apariencias egoicas lo verdadero, extravía con evanescencias y falacias tomadas y aceptadas con erróneo juicio tal que consistencias, forjadoras -todas ellas- de un ensueño de dolorosas y oscuras consecuencias, tan variables como traicioneros mares de pensamientos y sentimientos sacudidos por repentinos vientos tempestuosos de imprevisibles calamidades.
Despertar del apego a lo ilusorio y efímero, es despertar a la salvífica Verdad de lo real e inmarcesible, abandonando el primer egoico engaño del que los demás son subsecuentes, acogiendo al Amor auténtico en nuestro núcleo de ser. Amor puro que a todos y a todo abarca, impregna y trasciende en un flujo incontenible de Vida perenne, incorruptible y constante; inefablemente creador en la perfecta e indestructible unicidad de la substancial Plenitud Sagrada... Sencillamente, ¡DIOS VIVO ES AMOR! Y nada ni nadie Es, en esencia, aparte de ÉL. ¡Bendiciones! ¡Aleluya! Allende el engañoso tiempo y las mortales carnes, inmortal, el cuerpo glorioso del Espíritu comulga en santa y bienaventurada danza en el Corazón Divino con toda la Creación.
KHAAM-EL
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