domingo, 25 de octubre de 2015

LA IDEA EN SÍ

   La iluminación de la consciencia es una idea adjunta a la idea de oscuridad en la mente -y viceversa si indagamos en la idea en sí-. En este caso que se presenta, la primera es una idea que deshace a la última, pero ambas son inevitables e inseparables compañeras de viaje -aunque se anden siempre a la greña-, al necesitarse mutuamente para existir en un mundo de opuestos y divisiones. Sin embargo, la iluminación de la consciencia -en sí- implica que, en su manifestación plena, es: Consciencia Todoluminosa; por tanto, negación absoluta en esencia y en verdad de la posibilidad misma de oscuridad.

   Por lo antedicho, en el ámbito de la indagación íntima del ser y del no ser, de lo que es y no es, de lo luminoso y lo oscuro, de lo real y lo aparente, de lo verdadero y lo falso, de lo eterno y lo temporal, no se trata tanto de dilucidar que par de opuestos es cierto frente a su contrario, como de ahondar en la raíz misma que los concluye y resuelve. Siguiendo lo trazado en el ejemplo inicial, la iluminación de la consciencia finiquita la alternancia de luz frente a oscuridad en su particular lucha de demostrarse diferente de su contraria, al hacer imposible en lo nucleico (la iluminación de la consciencia) la oscuridad en la mente, porque la carencia de algo (oscuridad en la mente) tiene que tener algo a lo que restar (luz en la mente), pero aquello que puede ser objeto de mengua, sin duda, puede existir, también, sin la posibilidad de tal mengua. Además, no puede haber -a la vez- un poco de luz junto a un poco de oscuridad, pues cuando hay "un poco" de luz, ya no hay oscuridad y, esta idea que compartimos, tiene "un poco" de luz, "algo" de consciencia; consecuentemente, el ser, lo que es, lo luminoso, lo real, lo verdadero, lo eterno e ilimitado, es cierto -más allá de todo concepto- por su autoexistencia; sin necesidad para ser de su -ahora- aparente contrario, que se reconoce como ilusorio, por su total imposibilidad de existir por sí mismo (de hecho, es la negación de la existencia misma al negar, desde la consciencia, lo consciente -¿¡?!-). Así, atisbamos que lo universal jamás puede fragmentarse en lo particular realmente. En conclusión: la mente es luz, consciencia pura, es siempre más que la manifestación de los contrarios, es el ámbito consciente e ilimitado en el que éstos (los contrarios) pueden aparecer, o no. Llámalo espíritu, o no, alma si quieres o mente, la palabra no importa, las ideas expresadas nunca son la idea pura, porque las ideas -en su superficie- jamás son lo por ellas enunciado y anunciado; la idea en sí es trascendente, inmanente y subyacente a toda idea particular, es lo sustancial y ciertamente significativo, aquello que si se profundiza, con congruente determinación, conduce a la experiencia viva de lo indubitable y pleno. Y, ahí, en ella -en la idea en sí-, en ese sí mismo indiviso, claro e íntimo, se halla toda la paz y la dicha.

   Hay, pues, que estar muy atentos, únicamente, a aquello apuntado y sugerido por la idea en sí, no distrayéndose con la broza de nociones contrapuestas que conlleva el ensimismarse con la palabrería que la acompaña; un símbolo nunca es lo simbolizado, al igual que un envase no es lo por él contenido (de hecho, puede a la vez estar su contenido dentro de él, y afuera). Lo que es, por esto, es a la vez inmanente y trascendente al medio que lo expresa. Este escrito mismo es limitado, mientras que la idea en sí a la que apunta, no. Elévate por encima de lo aparente. Todo símbolo, tenlo siempre presente, es algo concreto intentando explicar una abstracción, tal como un mapa procura hacer inteligible una ruta a seguir, pero el mapa no es la ruta misma, ni siquiera un pálido reflejo de ella, tan sólo es una herramienta y nada más, que una vez ha cumplido su función se abandona sin más. Por eso, ninguna idea específica es, ni puede ser nunca, lo por ella conceptualmente definido, porque cualquier definición limita en unos parámetros nocionales que referencian y distinguen unas ideas de otras, enfrentándolas y comparándolas, constriñendo inevitablemente algo, per se, inconstreñible. En resumen: cualquier idea que se arrogue competencias o inferencias exclusivas frente/contra otras, no es la idea en sí

   Desbroza en tu propia mente lo esencial de lo superfluo. Medita. Sumérgete en la amplitud de lo íntimo, en la idea en sí... Sí, amig@, ahonda con consciencia en la idea en sí de la vida: ¿qué es vivir? Y tu horizonte, hasta ahora plagado de nubarrones, sufrimientos y muertes, convergerá con el instante presente en un esplendente gozo de Ser Pura Divina Unicidad.

KHAAM-EL
    


Adéntrate en lo sustancial... en la idea en sí...
encuéntrate contigo mismo más allá de las definiciones
y te habrás topado con la plenitud de la vida. 






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