viernes, 2 de septiembre de 2022

EL AMOR Y EL EGO SON INCOMPATIBLES. UNO ES ETERNO, REAL Y PLENO, EL OTRO TEMPORAL, ILUSORIO Y DIVISOR

    Notar y comprender que lo que se nota y comprende desde una perspectiva especial es relativo, falso e inconsistente en su limitada objetividad, apertura la consciencia a no dar crédito a todo aquello que dimane de lo separativo como piedra angular del conocimiento. Es un intuitivo darse cuenta, sin ningún género de dudas, que los deseos personales son quienes fabrican precisamente los problemas que previo al juicio egoico no habían, lo que revela la solución al punto; disponiendo, ahora sí, la consciencia de sólidos cimientos sobre los que asentar el conocimiento en esencia y presencia, al constatar que lo esencial -el espíritu- y lo personal no interactúan el uno con el otro (como con claridad nos indica 'Un Curso de Milagros': "el ego y el espíritu no se conocen"), porque, evidentemente, lo real jamás puede convertirse o solaparse para siempre con lo irreal e ilusorio. Literalmente, es imposible conocer al espíritu desde la idea del ego o que el ego -esa sensación de entidad aparte- dure eternamente. Por eso, el espíritu sólo entra a formar parte sustancial de nuestras vidas cuando nuestra resolución y actitud de desapego de lo personal es firme y persistente.
    Prójimo de mí corazón, no demos pues más vueltas en torno a lo inconsecuente como si fuese consecuente. No hay otra salida al laberinto egoico que comprender que cualquier pensamiento o deseo personal, por bienintencionado que parezca o se justifique, en lugar de acercarnos a la experiencia viva del espíritu nos aleja taimadamente de ella mediante ilusiones de temporal percepción separativa que exigirán inmisericordes nuestra total pleitesía. En consecuencia, es básico para principiar a no darle significado a la percepción que sabemos equívoca ser constantes en la meditación, oración y ahondamiento en la vida del espíritu, en la consciencia pura, intemporal e inespacial, ilimitada y plena.
    La vida del espíritu, constatamos, sólo resplandece en verdad cuando uno deja de tener avidez por los deseos personales que la identificación egoica sobredimensiona, dejando de significarlos y apreciarlos como cruciales. Profundicemos entonces, amigo/a... meditemos en lo íntimo de lo íntimo. Seamos cautos con nosotros mismos y no nos creamos lo primero que notemos desde la periferia de la consciencia... desear lo que es efímero es despreciar lo eterno. Miremos al mundo tal cual es. No endiosemos a los poderosos de este mundo ni idolatremos las muy engañosas dádivas y honores que temporalmente conceden como tesoros y logros a conseguir, tanto en cuanto no son más que manipulación torticera que acrecienta su insaciable ansia de control y alimentan su deleznable sensación de poderío y falsa superioridad (incluyendo al ofrendado y afamado por ellos, que termina por convertirse en cómplice y ejecutor de sus malvados planes cual simple títere o marioneta a merced de dictados que -sabiendo a medias- ignora, creyéndolos incautamente conocer en toda su amplitud). Actuemos, por tanto, con discernimiento, humildad y particular desprendimiento, con generosa y fraterna inclusión hacia la vida toda, o, lo que es lo mismo, retornemos al Amor.
    En un sistema de pensamiento desiderativo desear la paz de espíritu, el Sumo Bien a todos y todo, la plenitud, bendición y comunión con Lo Divino que en lo humano habita, con aquello que se encuentra más allá de todo entendimiento personal/perceptivo, el Amor, es estar dispuesto a desaparecer como alguien especial/separado, eliminando así el origen de la compulsiva avidez que el ego alentaba y perduraba. Es este un deseo que al dirigirse más allá del mundo y sus vanidades acaba con todos los deseos que el mundo imaginara. ¡Milagro! ¡Claridad! Aunque esto parezca a primera vista paradójico, ciertamente no lo es, pues es justo lo contrario: es la acción consciente que acaba con todas las paradojas que fabricaban la sugerente, fraudulenta, contradictoria y convincente separación egoica; llena de dolor/placer, angustia/euforia, pérdida/ganancia, bien/mal, penuria/riqueza, fracaso/éxito, enfermedad/salud, nacimiento/muerte.
    Únicamente, comprendiendo en esencia lo antedicho abandonamos definitivamente la atracción por entronizar la limitada y arrogante percepción derivada del vano yoísmo, y, libres de las cadenas de los deseos especiales, retornar en presencia y verdad a antes del principio de todos los fines..., a antes del final de todos los principios..., al punto cero donde no hay puntos ajenos que valgan..., a antes de la creencia en el ego y su pequeño mundo efímero... Viviendo de nuevo la Vera Vida, la Bienaventurada Vida, con plena consciencia eterna del espíritu de todos y de todo comulgando en Espíritu y Santidad... en indivisa unicidad con DIOS: Amor.

KHAAM-EL


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