jueves, 29 de septiembre de 2022

SENDA INTERIOR, COMUNIÓN DE VIDA


    Andar por el mundo validando sobre todo la percepción sensoria como la mejor vía a seguir en detrimento de la intuición, construye un entramado mental que dirige a un callejón sin salida, a un vivir tabicado por pensamientos y conceptos con los que dilucidar cómo ser feliz y estar en paz, tal que montañas de ladrillos se tratara, que en lugar de liberar constriñe y ahoga, impidiendo precisamente esa tan anhelada calma interior plena de felicidad que se buscaba.
    Antes de dar tumbos por ahí creyendo ineptamente conocer el rumbo, caminemos en nuestra mente, sin detenernos en circunloquios conceptuales que sólo angustian y desconciertan. Caminemos hacia el principio de nuestro pensar del que deriva a su vez nuestro penar, para llegar al final del espejismo egoico que quiere obtener y retener lo que se avejenta y corrompe. Caminemos, sí, allende las fronteras de lo meramente supuesto y tomado a la ligera por cierto. En la más oscura tiniebla, en la noche oscura del alma, en la negrura del no saber encarada, aceptada y rendida, el fulgor de lo Divino se manifiesta si no la esquivamos mediante cobardes excusas, apáticas inercias de comportamiento o evasivas actitudes que anestesian con breves risas huecas profundos llantos reprimidos.
   Caminemos, pues, en nuestra mente, despacio pero sin pausa; caminemos sin cesar en dirección a la luz clara de la paz mental que tras la nebulosa y sombría agitación brilla, en dirección a la dicha del corazón rebosante de amar, aun siendo desdeñado o ultrajado. Nada del mundo tiene realmente valor en su impermanencia, sólo la perenne pureza de nuestras almas es valiosa. No queramos, por tanto, eternizarnos inútilmente en lo que irremediablemente se desvanece acatando sus pétreas leyes de desvarío, egoísmo, destrucción y muerte. Abramos los ojos del alma y dirijámonos a la salida que en nuestro más íntimo núcleo espera. No nos retrasemos más con detenidas búsquedas en ninguna parte auténtica y mollarmente provechosa; dentro, muy dentro, ya somos todos inseparables, eternos, benditos e infinitamente amados por DIOS.
    Seamos, por tanto, consecuentes y sigamos el Camino, la Verdad y la Vida que nos acompaña hasta el fin del tiempo y sus variopintos asuntos susurrándonos en el corazón. Penetremos en la vastedad de la Consciencia sabiendo que ya no hay marcha atrás que nos valga como opción válida, sabiendo que la senda pasada no puede volverse a pisar, porque en la forma todo transcurre y termina, nada queda... En la carne, lo nuestro y de todos, sencillamente, es pasar... pasar amando, enjugando las lágrimas con esperanza, compartiendo con todo aquel que en nuestro camino se cruce la dicha de unirnos de corazón, reconociéndonos unos con unos Hijos de DIOS. Y una vez dejado, finalmente, el cuerpo -esa cáscara que de esta manera generosa y amigable sí cumplió su función-, de súbito y por la gracia, nos toparemos con la bienaventurada eternidad del Espíritu.

KHAAM-EL



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