domingo, 8 de enero de 2023

EL MUNDO DEL EGO ES COMO LAS NUBES... INSEPARABLE DEL CIELO, EXCEPTO DESDE UNA ILUSORIA PERSPECTIVA SEPARADA

   No temamos al mundo por tenebroso u hostil que se nos encare. Afrontémoslo con honestidad y coraje, con bondad y sin apegos. La muerte no es el fin; antes bien, un recomenzar en lo intemporal, porque salir de lo que surge y acaba es entrar de nuevo en lo que perdura. Ahí, se hace patente lo que jamás pudo olvidarse completamente por la distracción egoica de los conceptos, los deseos y miedos. Mas, libres de estos, la claridad de lo evidente brilla inmutable, serena, bienaventurada e indiscutible en lo eternamente inmediato.
    No persigamos pues, amigo/a, lo evanescente; permanezcamos conscientes de lo permanente y lo impermanente dejará de afectarnos o inquietarnos, y nunca más el ansia deprimente de lo caprichoso nos atenazará el ánimo con sus volubles tiras y aflojas.
    Contemplando lo sustancial detrás de cada rostro y situación hay una misma esencia de amor y vida que trasciende lo sensoriamente percibido y sucedido, puesto que en lo profundo todo lo temporario es alzado por lo infinito. Cuando nada hay que disperse la observancia del presente, emerge lo esencial, lo mollar y lleno de sentido: el perenne significado santo; porque no existe periferia sin núcleo... No temamos, es obvio, las formas cambian, vienen y van, aparecen y se esfuman, pero lo nucleico imperturbable permanece.
    No caigamos en la soberbia de agarrarnos a 'la forma' o nos daremos un soberbio batacazo en cuanto ésta se deteriore o desaparezca, queriéndonos asir, ipso facto, a 'otras formas' desde una parcial y equivocada perspectiva comparativa. Seamos consecuentes, libres de calculadoras especulaciones, ligeros de equipaje, auténticos y directos. Nuestro tránsito por el mundo es como las nubes, un momento determinado adoptan una silueta, luego otra, y así sucesivamente, hasta desvanecerse en el cielo abierto y puro... más en lo esencial, éstas, ya son cielo, espacio infinito, anchurosidad ilimitada, sea cual fuere la efímera configuración adoptada.
    Todos los colores y siluetas suceden en la transparencia, por lo que nunca pueden ciertamente ocultarla, clasificarla o limitarla. Por esto, los resultados en lo variable, al ser ellos mismos variables en esa incesante y recurrente sucesión de acontecimientos, no son de ninguna de las maneras resultados fiables. La distancia/tiempo entre las nubes y el cielo es nula, nuestro planeta y una estrella a miles de años luz comparten un mismo ilimitado espacio, por lo que la distancia/tiempo medida entre las cosas (sean cercanas o lejanas) no tiene ciertamente significado ninguno, salvo para un observador limitado en tiempo y forma (ego) que también carece él mismo de significado.    
    No validemos el ego. Ahondemos. Meditemos. No nos enredemos en cuestiones que no quieren dejar de constreñir la vida con vanas seguridades que son prisiones o con caros objetos que se deterioran, se pierden y se rompen. Pausémonos y no vayamos tras orgullosas vanidades, deslumbrantes riquezas o egoístas placeres, por tentadores que se muestren. En última instancia, no es posible que lo transitorio dé la plenitud de lo eterno; lo que cambia no sabe de reglas fijas, no conoce la ecuánime estabilidad de lo infinito, ni encuentra duradera paz en sus trajines. Relajemos toda tensión egoica sin dilación, poniendo nuestra consciencia en el presente, mientras dejamos pasar todas las cuestiones personales como si de nubes en la mente se tratasen...
    Concedámosle únicamente crédito a la verdad y no relativicemos nuestra esencial identidad comparándola con impermanencias de vistosa configuración. Las formas y los cuerpos, por atrayentes que por un tiempo en el tiempo se vean, son como nubes mecidas por los vientos. Observemos y comprendamos, que es el tiempo todo quien acaece en la eternidad y nunca a la inversa. Consecuentemente, no nos agarremos desesperadamente a la humana corporeidad o sufriremos y nos angustiaremos, intentando prolongar lo improlongable a un capricho ignorante de lo sustancial pero idealizador lo superficial.        
    
¡Despertemos a lo trascendente! No consintamos ni por un instante más ser engullidos por la hipnótica fabricación de algodonosas nubes que distraen del magnificente espacio abierto, de la bendita anchurosidad de lo inconmensurable; porque todas ellas, más pronto que tarde, trocarán en oscuros y tétricos nubarrones que atormentarán el ánimo para después disiparse tras furiosos estallidos. No nos autoengañemos más: quedar esclavo de ilusiones -por bellas que parezcan- no es sino ruina y pesar, horror de muerte y desesperanza, pues tener lo que se desvanece es tener nada, oquedad e insipidez. Conscientes y jubilosos, no nos dejemos engatusar por todas esas ilusiones que como nubes danzan en la mente. Sí, el mundo del ego es volátil como las nubes pero inseparable del cielo, salvo desde una ilusoria perspectiva separada que sin duda, al igual que comenzó, terminará.
    Alcémonos entonces juntos como uno solo, amigo/a, allende las nubes...  Aceptemos lo real, aquí y ahora, decidiendo, aunque en un principio desconcierte y abisme, en favor de la libertad de lo pleno e inseparable, de lo sustancial y perenne. Así, toda resistencia conflictiva finalizará, y la liviandad del Espíritu inmaterial, eterno e indiviso, que por siempre somos en comunión de vida en Todo Lo Que Es, con DIOS VIVO y en perfecta Divina Unicidad, fulgirá como antes del egoico ensueño del tiempo y sus evanescentes formas.

KHAAM-EL


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