En toda circunstancia el Amor canta a nuestra libertad y nos bendice. Sin embargo, donde no hay Amor falta lo principal: falta el seguro fundamento donde erigir el Templo de la Perenne Paz y del Indestructible Júbilo. Por eso, precisamente en lo aparente, mundano y mudable, ha de cambiarse el tentador apego al efímero oropel de lo cambiante por el generoso compartir de lo invariable. La revolución es de la consciencia, no de la forma... En Espíritu somos libres por encima de todos los mecánicos ritos, humanas ideologías o sesgadas reglas que el ego quiera elucubrar e imponer sobre cuerpos y mentes esclavizados al sufrimiento y a la muerte por su adherencia al separativo endiosamiento particular. Mas, nadie es mejor ni peor que nadie: somos sencillamente eternos, no mortales.
Si miramos a lo profundo de nuestro auténtico Ser, que palpita en fraterna comunión de almas e irradia la inapagable luz del Espíritu Santo, hermanador de 'Nos' allende la carne y extensor de la pura, noble y sublime bendición de nuestra unicidad con DIOS VIVO, nunca más lo terrenal podrá desviarnos de la senda vital justa, humilde, bienaventurada y salvífica.
Abandonemos sin dilación la arrogante miseria de lo corruptible y renazcamos a la común gloria de lo espiritual, sagrado e inefable. No hay muerte que pueda acabar con nuestra libertad esencial de vivir de veras, de vivir en plenitud. Caminemos, pues, por la senda de la Verdad. Dejemos atrás cualquier recelo, miedo y vano deseo. Cantemos juntos a la libertad, a la genuina libertad, que nos recuerda que somos Uno en el Amor, por el Amor y para el Amor.
KHAAM-EL
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