lunes, 9 de mayo de 2016

COMPARTIMOS UN MISMO MAESTRO

   La unicidad de la vida se nos muestra en la unicidad de propósito hacia la verdad. Vivir distanciados de lo indiviso, aunque sea en fantasías, acarrea desconsuelo y recelo, fatigas y desvelos, angustia, desconcierto y miedo. No te alejes de ti soñándote de maneras diferentes. No compares más, ni desesperes... ten paciencia y perseverancia consciente. Detrás de todas las apariencias, en lo más profundo de todas las situaciones, la perfección espera para despertarte de tus memorias de sufrimiento y pesar. Acepta y aprende, en esa aceptación sincera, a liberarte de cualquier personalismo o rencor que oprimiera tu corazón. El Amor es inseparable de nuestra naturaleza real, puesto que nos creó a Su semejanza. Su Respuesta espera en el silencio entregado de tu escucha para, una vez oída y proclamada, salvarte de la angustia de las ilusiones tomadas por reales. La separación nunca ha sido, ni será, posible. Sólo se gana dando. Compartiendo, mantienes. Retener es perder. Fluye libre en la confianza inmediata. El miedo retiene; el Amor extiende. No confundas al escondite del cuerpo como tu hogar y podrás reconocerlo como un templo en el que ir al altar de tu corazón para, sin distraerte con aditamentos, estar solícito para Dios y Su Misericordia reparadora de desastres, clarificadora de incertidumbres, eliminadora de temores y resucitadora de muertes.

   Nunca hagas caso al miedo, te quiere cegar, confundir, apresar y matar; ya que es él, en verdad, quien te teme a ti, pues en lo más íntimo de tu alma se halla la luz que disipa su vana tenebrosidad. Más, ante todo, has de estar muy vigilante a ese miedo que se enmascara como valentía o razonabilidad, como específica personalidad a defender. Sosiega el impulsivo malestar con el que te tienta a seguirlo orando, reflexionando, interiorizando. No escuches sus seductores cantos maquinadores de pesares y sobresaltos. Estate consciente. Medita. Mantente muy atento a la escucha del Maestro Interior que nos sana del miedo, mostrándonos lo demencial de la aparatosa barbarie que el temor trama y lo banal de su arrogante fragilidad de absurda justificación. No estamos separados -nos dice el Maestro Interior con la claridad de millares de luminarias- los unos de los unos. Todo es en Dios. Confía en lo santo e infinito; el tiempo pasa y lo eterno, tu ser en Dios, perdura por siempre puro, íntegro y feliz, tal como fue creado.

   Deja de mirar afuera y penetra en el cogollo de tu alma. Aliméntate de lo esencial; bebe de su jugoso néctar de infinitud. Compartimos un mismo Maestro que habita en nuestros corazones. Ese Maestro, puedes llamarlo Iluminación, Espíritu Santo, Budeidad, Ser, Consciencia, Satgurú, o como se te antoje, nos recuerda nuestra esencial unicidad con la eternidad y la vida plena. Así que no te demores por más tiempo y ora en el altar de tu alma. Ahora sabes que aquí, en lo ilimitado e intemporal, permaneces... eres un templo, un receptáculo de lo santo para la paz y dicha de todos. Pídele guía a ese Maestro Interior, y te la da. Entrégate a Él, y en ti vive.

   Siempre es así... Mira adentro y verás con auténtica claridad más allá de las formas y sus pasajeras situaciones... Escucha atentamente en lo hondo de ti y escucharás al Maestro Interior enseñarte acerca de lo indiviso, perfecto, eterno y bienavanturado; del ser esencial -lo inmaterial- y de lo que no es ni será -lo material e ilusorio-. ten siempre presente que compartimos una Misma Enseñanza contada por un Mismo Maestro de tantas maneras como personas parecen habitar el mundo.

   Que no nos separen las palabras y sus historias.

   Atiende, pues, al interior, al Maestro, y encontrémonos en lo infinito.

   Namasté.

KHAAM-EL




Intima con la Perfección que te alienta... Comunión y Eternidad.

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