Las luces del mundo igual que se encienden se apagan. Su orientación, por tanto, no es siempre fiable. Mas hay una Luz que no se enciende ni apaga y que sí es de fiar: La Luz de DIOS que irradia desde nuestro interior, desde el acallamiento del ego y de su inquietud mental, desde las serenas profundidades del alma... Por eso, alumbrar con el alma al prójimo que se siente perdido, triste y en tinieblas, sencillamente consiste en recordarle y mostrarle la luz de la suya.
Recordemos, entonces, amig@, en medio de las vanas complejidades de este caduco mundo, felices, esperanzados y solidarios, hermanados en Espíritu y en Verdad, que DIOS es la Luz de nuestras luces, el Amor de nuestros amores, el Perdón de nuestras faltas y vilezas, la Paz en nuestros desasosiegos, la Fuerza en nuestras fragilidades y fatigas, el Supremo Consuelo de los llantos y pesares, la Resurrecta y Eterna Vida de nuestras mortales vidas. En definitiva, la Común Unión Indisoluble de bienaventurada eternidad creativa.
KHAAM-EL
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