Hombres y mujeres, tanto jóvenes como de mediana edad o en la ancianidad, giran y giran tal que millones de planetas buscando confusamente un sol.
Denso y espeso, el humo de la trapaza más vil y despiadada oscurece el fondo y el contorno de las relaciones.
Millares de muecas sin verdadera alegría ríen forzadas como rígidas máscaras que disimulan cataratas de llantos.
Una y otra vez vuelven a prometerse, cada estipulado lapso, antiguas promesas reiteradamente incumplidas con la descarada impudicia del altanero y fullero discurso de voceros de diplomático discurso (pero de amplio bolsillo devorador de la ajena riqueza) que en nombre de la justicia y de lo social acrecen las injusticias y las tropelías achacándoselas a los demás.
Con marrullera y oportunista verborrea los principales jerarcas de un mundo que quieren para sí, alimentan el ego y la mundanidad de quienes los escuchan para, engatusados, cazarlos y devorarlos. Quieren que creamos que la muerte es tan sólo oquedad y olvido, y la vida humana una competitiva carrera material en busca del cumplimiento de vanos deseos, intentando con tal falsía que no conectemos con la Esencia Viva que de los seres amados pretéritos, presentes (e incluso futuros) perdura, fluye y se extiende ilimitada, evocándonos la indivisa y eterna plenitud Espiritual que nos evidencia que no somos del tiempo ni de la carne.
Miles de conciencias, como luceros en la noche, hemos de encendernos sin dilación; hemos de brillar las unas junto a las unas, hasta convertir la fría noche que lo malévolo quiere imponer en un luminoso y cálido despertar a la Verdad y el Amor... No somos oscuros planetas esperando recibir la luz de afuera, sino estrellas que en sí llevan el fulgor de la comunión irrompible de la Divina Unicidad... la Luz Espiritual Pura y Verdadera.
KHAAM-EL
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