viernes, 5 de enero de 2024

INCLINÉMONOS COMO LOS SENCILLOS PASTORCILLOS, LOS CAMPECHANOS LABRIEGOS Y LOS INSTRUIDOS REYES MAGOS, ANTE EL NIÑO SANTO QUE TRAE LA LUZ DE DIOS

    Los humildes pastorcillos y labriegos, primero, reconocen felices y agradecidos la plenitud del recién nacido con sinceros obsequios. Los sabios y eruditos, después, se inclinan ante él trayéndole presentes de reverencia y acatamiento... Una vida nueva, que removerá los cimientos de viejas y anquilosadas creencias, ha venido a un mundo confuso y desquiciado, provocando una sacudida tal en la consciencia de la humanidad que a quien, atento al claro, directo y fraterno mensaje de la Verdad y la Vida eterna del Espíritu, le escuche y siga
 no perecerá, sino que tendrá vida, y vida en abundancia (como refleja Juan 10,10).
    El milagro de la fe es el mayor regalo que DIOS nos ofrece. No lo rechacemos. Aceptemos seguir la estela de Su luz. Vayamos con tenaz paso yendo tras ella. Y, como los sencillos pastorcillos, los campechanos labriegos y los instruidos reyes magos llegaron hasta un inesperado establo en Belén, donde un dulce niño sonreía en perfecta paz, arropado por la amorosa pureza de su madre y cuidado con la inquebrantable entereza de su padre, encontremos en el hondón del alma a Cristo en nosotros también nacido. Acunémoslo. Amémoslo como Él nos ama, y amaremos como el Amor Mismo. Escuchemos lo que tiene que decirnos, y diremos y haremos lo que hay que decir y hacer, lo que salva, lo que libera, lo que de cierto ilumina y plenifica en Espíritu y Verdad.
    Sigamos, pues, a la Luz de DIOS guiando nuestras vidas, inspirando nuestras almas, puliendo nuestras bravuconas mentes, liberándonos de nuestras egoicas cadenas. Inclinemos y rindamos, sí, nuestra mente compleja, instruida y orgullosa, ante Su nacimiento en nuestro endurecido Corazón, hasta que -por la gracia- la humildad que en nosotros renace Lo alabe agradecida, cual sencillos labriegos y pastorcillos ante la maravilla del inefable fulgor de la Unicidad Universal. Y, jubilosos, ahora, con esperanza consumada, nos sumamos a la labor fructífera de la extensión del Reino, a la propagación de la Buena Nueva de la sagrada relación, de esa relación santa que nos bendice y unifica como familia humana, y en la que nos cuidamos los unos de los unos en paz, amorosa pureza e inquebrantable entereza, para vivir con coraje el "así en la tierra como en el Cielo" (Mateo 6, 10) que Jesucristo, el santo niño nacido en el humilde establo de Belén y que resucitó de entre los muertos para vivir en/con y para todos nosotros, nos refirió en el Padrenuestro... ¡ALELUYA! ¡BENDICIONES! ¡CRISTO HABITA EN NUESTROS CORAZONES! ¡ESCUCHÉMOSLO! ¡SIGÁMOSLO! Y ¡FELIZ PERENNE NAVIDAD, HERMANO/A!

KHAAM-EL

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