Fantasear con la plenitud no trae plenitud, ni imaginar o teorizar qué es DIOS alcanza siquiera a atisbarLo. Una rana nunca fue ni será jamás un príncipe, tampoco hay lámparas que contengan genios concesores de cualquier deseo o mágicas alfombras que vuelen a tierras lejanas en un plis plas. No nos encantemos con nuestros propios y especiales cuentos. En no pocas ocasiones, más fabulosos que los de infantil entretenimiento. Pues, el ego a todo aquello que le sobrepasa lo fantasea en desvaríos de particular y singular distingo, que proyecta con incontrolada desmesura. Por eso, desenmascararlo es tarea seria, honesta, humilde y constante... la peculiar efervescencia del champaña, una vez destapado, dura un apenas; la felicidad prometida por los deseos que el ego inventa y alienta, si por un acaso se cumplen, igualmente duran un apenas que deja más insatisfecho que antes.
Insistir en ilusiones defrauda. Los ríos secos, ciertamente, no desaguan al mar y ningún reflejo es fuente de luz. Detenerse y recapacitar es bueno, muy bueno, cuando el actuar irreflexivo y compulsivo quiere tomar el mando. Hacer por hacer termina por deshacer lo bien hecho y culpar por culpar es como un proyectil lanzado ciegamente contra alguien (y un proyectil es siempre injusto en su furia desbocada).
Meditar, orar, ver y comprender al prójimo y a uno mismo en esencia y no en apariencia, en unicidad y no en conflictiva competitividad, desvanece toda particular fantasía por el ego figurada en la vivencia plena de saberse espíritu y no carne; paz, amor y bendición, no división, miedo e inquina.
KHAAM-EL
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