La palabra es crucial en este mundo, tanto para separar y alejar de lo auténtico y bueno como para unir y acercar a la verdad y el bien, al amor y la paz genuina (no arteras y calculadas treguas, prestas a entablar de nuevo el combate a la primera ocasión propicia). Por eso, hablar por hablar no es comunicarse, es alejarse del otro con una maraña de referencias absurda y banal, sino engañosa e infame; y decir con hipocresía falsedades emponzoña las relaciones con el letal veneno de un corazón infecto con lo malicioso, bellaco y egoísta, extendiendo el mal de males: el sufrimiento retroalimentado por la ignorancia y el orgullo, por la codicia y la vanidad.
Por tanto, pensemos antes de hablar silenciando la compulsión egoica que quiere tener especial razón contra o sobre el otro. Así, tomaremos clara consciencia de donde surge el pensamiento que va a emitirse y convertirse en obra; si no es para el bien y lo veraz, si no es ciertamente amoroso: traerá error al error y mal al mal que se querría erradicar; mas, si proviene de lo que aspira al bien y lo verdadero, siendo de cierto amoroso: borrará todo yerro llenando de paz el corazón, e invitando a esa misma paz allende todo humano entendimiento al prójimo con el que se conversa.
KHAAM-EL
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